Presencia ejecutiva, el enlace entre mérito y éxito

El liderazgo está formado por conocimiento, actitud y experiencia, pero también por cualidades intangibles más difíciles de enmarcar. Ese conjunto de características se suele llamar executive presence, o presencia ejecutiva (PE) en castellano. Es el punto diferencial que también define el llamado liderazgo natural, para aquellas personas que cuentan con estas cualidades de manera innata. Sin embargo, esto no significa que no se pueda entrenar.

Definir concretamente la presencia ejecutiva es complicado. Pero es evidente que es un factor determinante en el desarrollo de una carrera profesional. Según un artículo publicado por el Harvard Business Review, escrito por los reclutadores de altos ejecutivos, Elena Lytkina Botelho y Katie Semmer Creagh, la falta de PE incide para un 36% en la imposibilidad de acceder a promociones.

Sylvia Ann Hewlett, economista, consultora, docente y experta en temas de género en el trabajo, define la presencia ejecutiva como el enlace entre mérito y éxito. La experta entrevistó a varios gerentes y, en base a sus respuestas, llegó a clasificar tres áreas que conforman la presencia ejecutiva, cada una con un peso diferente:

  • Gravitas (cómo actúas) – 67%
  • Comunicación (cómo hablas) – 28
  • Apariencia (cómo apareces) – 5%

Una combinación de confianza, equilibrio y autenticidad, en la que la Gravitas, el ejemplo, es el aspecto más importante y definitivo. Una encuesta de Gartner, evidencia como la habilidad de influir, sin mandar, en los demás es la segunda característica más decisiva para el éxito de un líder, solo por detrás del conocimiento del negocio. De modo que podríamos decir que la clave está en la capacidad de estos comportamientos y actitudes de aumentar el poder de influencia y atracción del líder.

Hewlett indica siete rasgos que acomunan a los profesionales con una fuerte presencia ejecutiva.

  1. Autoconciencia, autocontrol y la comprensión de los demás. La capacidad de controlar las emociones propias y reconocer las de los demás.
  2. Conexión y empatía para involucrar a los demás. La mejor manera de conectarse es comprender los límites del propio estilo de comunicación, cómo superarlos y cómo leer y adaptarse al estilo de los demás.
  3. Carisma, el poder de atracción que procede de la escucha y la capacidad de centrarse en el momento y en el interlocutor.
  4. Confianza, tanto en lo que se dice como en cómo se dice. Apariencia, contacto visual y lenguaje corporal deben ser coherentes con el mensaje
  5. Credibilidad, la accountability que se gana con el ejemplo.
  6. Claridad. Para comunicar con eficacia, hay que saber qué se quiere comunicar.
  7. Concisión, la verbosidad diluye mucho el poder de la presencia.

Otro dato interesante del estudio revela que las mujeres y profesionales multiculturales tienen una relación más complicada con la presencia ejecutiva debido a la tensión entre adaptarse a la cultura corporativa y mantenerse fieles a sí mismos: el 56% de los afroamericanos entrevistados por Hewlett se sentía obligado a respetar un código más riguroso sobre la presencia ejecutiva, en comparación con el 31% de los caucásicos.

Otro rasgo evidente de quienes poseen una presencia ejecutiva es lo de parecer tener siempre todo bajo control. Son perfectos dominadores del power posing, las posturas de poder, estudiadas por la famosa psicóloga de Harvard Amy Cuddy. Un lenguaje corporal que influye en los demás y en nosotros mismos, convincendo a nuestro proprio cerebro de nuestro potencial.

Según Cuddy: ”La presencia es el estado de sintonía que permite expresar cómodamente nuestros verdaderos pensamientos, sentimientos, valores y potencial”. Bajo este enfoque, la presencia se construye desde adentro hacia afuera. Consiste en un alto nivel de conciencia y autoconfianza que proyecta confianza en los demás, para motivarlos e inspirarlos hacia un resultado deseado.

El líder que posee una presencia ejecutiva habla apasionadamente y con entusiasmo: el discurso es fluido, abierto y asertivo, expresado con el ritmo correcto. Por lo tanto, ese líder es un excelente comunicador y orador, escribe de manera clara y eficaz y utiliza la escucha activa, colocando al público en el centro de su relato. Un tipo de soft power del que Steve Jobs, Barack Obama o Angela Merkel son excelentes ejemplos, aunque muy diferentes entre sí.

En cuanto a la apariencia, no se trata de ser originales o extravagantes, sino de mostrar profesionalidad y adherencia al rol que se recubre, sea el que sea. Prestar atención al aspecto exterior también influye en la autoestima, la energía y la forma en que nos presentamos, todos elementos que ayudan a transmitir seguridad y calma, incluso en situaciones difíciles, y que, por lo tanto, determinan la percepción inmediata que los demás tienen de nuestro valor.

Lo cierto es que la presencia ejecutiva es una habilidad, no un rasgo, eso significa que es algo que se puede cultivar y construir. En su investigación, Hewlett destacó algunas acciones recomendables para lograrlo:

Aquellos que poseen y ejercen una presencia ejecutiva son considerados líderes excelentes, respetados por su autoridad y apreciados por su capacidad de infundir confianza en quienes les rodean. Son líderes auténticos y estimulantes, que llegan a los corazones de las personas a través de su carisma y discurso.

La proyección exterior y la apariencia son factores muy importantes, pero desempeñar una presencia ejecutiva no significa actuar un papel. Todo proviene de la esencia, de la veracidad, de los rasgos y talentos distintivos propios, en función de los cuales somos considerados ‘expertos’ y en los que basamos nuestra reputación. Es la puesta en valor pública de la mejor versión de nosotros mismos.