La leyenda de Bagger Vance: una lección magistral de coaching

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La leyenda de Bagger Vance cuenta la historia de un hombre, Junuh, (interpretado por Matt Damon) que estaba camino de ser el mejor golfista de su generación. Sin embargo, su ascenso se interrumpe por su participación en la Primera Guerra Mundial. La experiencia en el de campo de batalla le marca tanto que a su regreso no es capaz de recuperar su nivel, tanto que incluso las personas a su alrededor, comienzan a perder la fe en él.

El encuentro con Bagger Vance (interpretado por Will Smith), que se convierte en algo más que un entrenador, llegando a ser un verdadero life coach, es clave para recuperar la confianza en sus capacidades. La película es una metáfora de la vida, así como lo es el deporte. La historia narrada podría ser analizada de varias formas, abordando temas como el destino, la integridad, la perseverancia y la recuperación. El filme nos sugiere que todos podemos perder “nuestro mejor golpe” en algún momento de nuestra vida y debemos luchar para recuperarlo.

La lección quizás más notable de la película es la idea de que todos tenemos un núcleo auténtico, algo innato en nosotros (representado aquí por el swing único del golfista). La vida, de maneras muy diversas, intenta desafiar a este núcleo. Es nuestra esencia particular, lo que nos sale bien casi por naturaleza, algo que, por supuesto, se tiene que cultivar y mejorar, pero que representa el eje más seguro alrededor del cual desarrollar todo el resto de nuestras cualidades. Las experiencias de vida, los fracasos y todo lo que viene del mundo exterior pueden esconder o debilitar nuestro núcleo y debemos luchar contra ello. Además, el momento tal vez más importante de nuestro crecimiento personal se manifiesta precisamente cuando somos capaces de descubrir (o redescubrir) ese núcleo, que más adelante utilizaremos para guiar nuestras acciones: es el core business de nuestro ser y hacer.

Bagger dice: “Cada uno de nosotros tiene algo que es suyo y sólo suyo… Algo que no se puede enseñar… Algo que tiene que ser recordado… Con el tiempo el mundo puede robarnos ese swing … Lo puede enterrar dentro de nosotros”.

El principal objetivo de un coach es apoyar a las personas en busca de sus mejores golpes, de sus principales fortalezas y trabajar con ellas. Una vez localizados esos puntos fuertes, se podrán mejorar, adaptar e incluso olvidarlo durante un tiempo. Cuando las personas identifican su swing, ese es el momento de asumirlo como su propiedad, convirtiéndolo en su mejor aliado a la hora de afrontar dificultades.

Para lograr que Junuh recobre la confianza en si mismo y recupere su mejor golpe, Bagger le hace observar a los demás, los que lo hacen bien, pero nunca le entrega una receta del éxito o le sugiere de copiar el estilo ajeno. Junuh debe encontrar su propria distinción, a través de la confrontación con la realidad, sin renegar de ella. La función del coach no es ofrecer soluciones inmediatas, sino escuchar activamente y estimular mediante preguntas, para que las personas sean capaces de sacar sus propias conclusiones y puedan, así, anticiparse a las consecuencias de sus acciones. El coach debe acompañar en el camino y dejar emerger de forma autónoma el pensamiento y la voluntad del coachee. Para que esto se produzca es necesario que se instaure una relación positiva en la que el coachee debe percibir total confianza el él y en sus capacidades, para que, finalmente, tras el análisis de la realidad interior y exterior, llegar a las decisiones y a la acción.

Las caídas y los errores a lo largo de una vida y de una carrera profesional son inevitables e incluso necesarios. Nunca nadie creció únicamente del éxito. El mayor riesgo que podemos correr es el de intentar no cometer errores nunca. Equivocarse, de hecho, a menudo significa innovar, competir y siempre aprender y mejorar. Dentro de un equipo o de un grupo de trabajo es crucial que el coach o el líder deje espacio a la iniciativa y proporcione un lugar donde se puedan cometer fallos. No existen, además, errores inteligentes o estúpidos, sólo existen maneras estúpidas o inteligentes de gestionarlos, la peor de las cuales es quedarse inmóvil por miedo al fracaso.

Publicado en ‘Cine y Gestión’, por El País – Cinco Días.