En 1950 Alan Turing inventó el famoso ‘juego de la imitación’ partiendo de la imposibilidad de dar una definición de inteligencia. De ahí su solución: si un ordenador parece inteligente, al escrutinio humano, entonces es inteligente. Una de las últimas frases escritas por Stephen Hawking fue: «El verdadero riesgo con la Inteligencia Artificial (IA) no está en la maldad sino en la competencia». Con estas palabras, el científico quiso avisar a quienes ocupan posiciones de liderazgo para que usen la IA con cautela y juicio, pero aceptando el cambio.
La IA generativa es uno de los grandes cambios que estamos viviendo y la velocidad de sus avances asombra: el generador de texto GPT-3 de OpenAI cuenta con 175 millones de parámetros y su sucesor, GPT-4, multiplicará esta cifra por más de 500, hasta 100 billones de parámetros. Todavía es pronto para saber qué impacto real tendrá la IA en las organizaciones y el liderazgo, pero ya se intuye que podría mejorar el proceso de toma de decisiones, implementando metodologías de resolución de problemas más complejas y análisis imparciales de datos.
La IA es y será cada vez más una ventaja competitiva y los líderes deberán realizar un esfuerzo importante en esa dirección, acostumbrándose a tomar decisiones bajo presión, enfrentando sus prejuicios a la hora de liderar negocios ‘impulsados por la IA’. Es probable que la inteligencia artificial reemplace parte de las funciones de un líder, pero estas serán actividades relacionadas con el procesamiento de datos e información. Debemos prepararnos para un futuro de profunda colaboración entre humanos y máquinas, y esto no tiene porque desembocar en una sustitución.
El ochenta por ciento de los trabajos en el mercado de EE.UU. asistirá a un cambio en el diez por ciento de sus tareas debido a las tecnologías generativas, según un nuevo estudio realizado principalmente por investigadores de OpenAI, la compañía de ChatGPT. Por contra, alrededor del veinte por ciento de las profesiones sufrirá un cambio en el cincuenta por ciento de sus tareas.
Aquellos que sabrán cómo escribir un prompt, el comando textual necesario para obtener los resultados deseados por la IA, lograrán resultados más interesantes. Surgirán nuevas figuras profesionales: prompt manager que sabrán sacar el máximo partido a la tecnología. La integración de la IA en las oficinas, en cambio, podría dar lugar a curiosos círculos viciosos: empleados que utilizan la inteligencia artificial para crear larguísimos correos electrónicos a partir de un comando de unas pocas líneas, y destinatarios que, por el contrario, emplean el software para reducir el contenido a una breve lista. Hasta el absurdo de todo un ciclo de producción -resúmenes, actualizaciones, presentaciones, agradecimientos- delegado a las máquinas.
La realidad es que, como toda tecnología, se trata de un juego de interacción entre personas y máquinas. Sin embargo, como siempre en estos casos, la parte humana parece desaparecer y que la máquina trabaje por sí misma. Fue así con el primer chatbot o cuando Deep Blue venció a Garry Kasparov en el ajedrez. Es como si fuera un hechizo por el cual los humanos están, pero no se ven: aunque las máquinas están programadas por humanos, progresan gracias al feedback humano y tienen sentido solo en la interacción con las personas, hay un momento en el que nos convencemos de que lo hacen todo solas y nos parecen inteligentes. Igual y quizás más que nosotros.
Ellen Ullman, escritora y programadora en Silicon Valley en la década de 1990 explica: «Al procesador lo llamamos ‘cerebro’, decimos que los ordenadores tienen ‘memoria’. Pero ellos no son como nosotros. Son una proyección de una parte muy sutil de nosotros mismos: aquella en la que reina la lógica, el orden y la claridad. Es como si usáramos el ajedrez para modelar todos los aspectos de la existencia”.
Partiendo de la certeza de que el 80% de los puestos de trabajo que existirán en 2040 aún no se han inventado, necesitamos empezar a analizar el presente para imaginar el futuro. El primer paso es que los líderes practiquen lo que los anglosajones llaman backcasting, es decir, diseñar el futuro, con todas sus variantes posibles, en la dirección preferible o más deseable para su organización, para luego implementar todas las acciones y cambios útiles para realizar y, sobre todo, gestionar el escenario imaginado.
¿Cuáles son las primeras iniciativas que un líder debe implementar para avanzar hacia una organización orientada a la Inteligencia Artificial?
- Reducir la burocracia y las estructuras jerárquicas;
- centrar su actividad y la de su equipo en los procesos de toma de decisiones;
- establecer talleres y grupos piloto de innovación, que piensen e intercambien ideas utilizando plataformas de trabajo remotas.
Aguas abajo de estas iniciativas ‘exploratorias’, está todo el tema de cómo re-evaluar y rediseñar el concepto de líder, con la conciencia de que a medida que el mundo se vuelve más digital, el talento humano se vuelve más valioso. Sin una transformación conceptual del liderazgo, la IA nunca podrá lograr resultados útiles y concretos. Los problemas y dilemas complejos de las organizaciones, que son numéricos pero también relacionales, no se pueden resolver con simples algoritmos.
Los cambios requeridos por los líderes son:
- demostrar altos niveles de adaptabilidad y agilidad y desarrollar una mentalidad adecuada para operar en un entorno cada vez más dinámico y transversal;
- construir equipos capaces de tomar decisiones rápidas, en base a las soluciones que la IA ofrece en su área de negocio;
- ser positivamente curiosos y estar en constante búsqueda de soluciones con un impacto perceptible en todas las líneas de reporte;
- asegurarse de estar al día con los más recientes avances en negocios y tecnología;
- desarrollar una visión holística, es decir, una operación de síntesis inteligente que recopile y utilice los datos analíticos y los haga coherentes con la estrategia corporativa y con los recursos humanos involucrados.
La IA liberará a los líderes de las complejidades computacionales para aumentar su capacidad de toma de decisiones, brindándoles una solución a los problemas más complejos y un análisis de datos imparcial, dejando intacto el valor de la creatividad humana y la innovación. Lo que hace insustituible a un ser humano es el pensamiento crítico, el juicio moral, el talento creativo y la capacidad de buscar la racionalidad de las cosas, aun cuando ésta no surja de forma natural.
En este sentido, la IA debe considerarse un recurso colaborativo, así los líderes ampliarán la gama de problemas que podrán resolver, dejando a la Inteligencia Artificial la tarea de procesar más y más datos. De esa manera se podrán centrar en la toma de decisiones cualitativas, una categoría que sigue siendo prerrogativa del ser humano.
Por tanto, se necesita pasar de un liderazgo (solo) inteligente a un liderazgo (también) ‘sabio’. Porque los líderes sabios no solo crean o captan oportunidades para aumentar el valor de la organización, sino que construyen las condiciones para un desarrollo continuo y sostenible de ese mismo valor. Valor que la IA puede mejorar, erosionar o destruir, dependiendo de cuán sabiamente esté guiada.