Todos formamos parte de un Todo que hay que cuidar

Las organizaciones tienen la responsabilidad de cooperar con la sociedad y los gobiernos para enfrentar y resolver los desafíos de nuestra época. En los últimos años, hemos sido testigos de un descontento generalizado hacia el sistema económico y la consolidación de partidos populistas a nivel internacional. Es innegable que una parte creciente de la población, especialmente en las democracias desarrolladas, ha comenzado a sentirse abandonada y decepcionada por la globalización. Según una encuesta, el 56% de la población mundial cree que el capitalismo actual hace más daño que bien. El mundo se está convirtiendo en un ‘nosotros’ contra ‘ellos’.

De estos temas ha tratado también la quincuagésima edición del Foro Económico Mundial (FEM) en Davos, Suiza. Está claro que hablar de ética y visión holística y filantrópica del capitalismo en foros como éste puede parecer surrealista. Jamie Dimon, CEO de JP Morgan Chase, dijo con acierto que Davos era el lugar «donde los multimillonarios les dicen a los millonarios cómo se siente la gente común». Sin embargo, el FEM sigue siendo un lugar de debate interesante y prolífico. También estaría bien que algunas de estas reflexiones se pusieran realmente en práctica.

La encuesta anual realizada antes del evento sobre los principales riesgos percibidos a nivel mundial ha evidenciado problemas relacionados con el cambio climático, las tensiones geopolíticas y económicas y el impacto de la tecnología en la sociedad. En línea con estas prioridades, el Foro discutió la forma de combinar el capitalismo global con una responsabilidad renovada por el clima y los marginados de la globalización. Lo que está claro es que las organizaciones también tienen una responsabilidad social y deben desempeñar un papel que tenga en cuenta a todas las partes interesadas: trabajadores, consumidores y el medio ambiente, no solo a los accionistas.

En esta perspectiva de cambio hacia un capitalismo más social y responsable, la confianza emerge como el elemento cohesionador. Stephen M. R. Covey, autor de ‘The Speed of Trust’, de hecho, considera la confianza como “la competencia clave del liderazgo”. Sin embargo, ésta no debe verse como una actitud de buena voluntad, sino como una herramienta concreta para medir y mejorar los resultados. Según Covey, “liderazgo significa obtener resultados inspirando confianza”.

Las personas quieren que se confíe en ellas, y la confianza para un país es un acelerador del bienestar económico; para una empresa es una palanca fundamental con la que activar la motivación de los empleados, facilitar el cambio y multiplicar la velocidad de ejecución; para una persona es una manera eficaz de aumentar el placer de vivir las relaciones y en ellas poner en valor el talento individual.

En todos los niveles se trata de unión contra separación. La separación es una reacción de defensa y/o ataque, mientras que la unión es una acción potencialmente revolucionaria que, pese a enfrentarse a muchas dificultades, puede producir un enorme progreso. Cada trabajador debe comprender que es parte de un organismo más grande, la organización, que, a su vez, debe entender que es parte de un ecosistema social. Para producir resultados, cada célula de este sistema debe funcionar en armonía con las demás.

Sin pragmatismo y modelos empresariales reales que demuestren de forma práctica la ‘rentabilidad’ de una visión ética de la economía, es poco probable que las urgencias enumeradas por el FEM se traduzcan en prácticas y procesos. La ética económica casi siempre se relega a roles marginales, incluso en las universidades, y suele ser ignorada en los programas de formación para nuevos gerentes y empresarios. Sin embargo, la enfermedad de nuestro sistema económico está a la vista de todos. Estamos luchando para salir de una crisis que es sobre todo de valores, y que empeorará hasta que el sistema político, económico y formativo no adquieran un nuevo nivel de conciencia y coordinación.

Está claro que las empresas nacen, en primer lugar, para generar ganancias y, por lo tanto, como enseñan los manuales de management, su objetivo es comprar al precio más bajo posible y vender al precio más alto, en una lógica egoísta de maximización del bienestar individual. Sin embargo, este pensamiento es hijo de una lógica egocéntrica de la empresa, algo que es biológicamente antinatural, ya que cada empresa existe solo gracias a la existencia de un organismo vivo del cual forma parte.

También en economía se aplican los mismos principios que, con gran esfuerzo, estamos tratando de transmitir con respecto al cambio climático y los problemas ambientales. Todos somos parte de un sistema único, por lo tanto, la depredación de los recursos ajenos es un modelo de desarrollo miope que, a medio plazo, conduce directamente al fracaso. La reputación y el compromiso ya son un campo de inversión esencial para obtener resultados económicos. Los clientes lo consideran un elemento decisivo para su elección.

Desde este punto de vista, para optimizar sus ganancias, cada organización debe esforzarse por ser holística y buscar también el bienestar del organismo del que forma parte. Por el contrario, si la organización solo busca el bienestar individual, esta actitud contribuirá a la ‘enfermedad’ del organismo y, a la larga, también conducirá al deterioro de la salud de la organización misma.

Por lo tanto, como enseña la biología, la actitud más correcta, más natural y rentable a largo plazo, el verdadero ‘porqué’ de cualquier organización, es el altruismo y no el egoísmo. Y uno de los mayores actos de altruismo que se pueden llevar a cabo a diario es compartir la misión corporativa para crear comunidades a su alrededor, comenzando por los trabajadores, pasando por todos los stakeholders, para luego abarcar categorías cada vez más nuevas y amplias de la sociedad. Cada organización, como cada persona, debe comprender quién es, qué puede aportar y porqué, y luego saber cómo comunicarlo de la manera correcta para involucrar a tantos actores como sea posible en su proyecto.

Interrogarse sobre los porqués conduce a un modelo empresarial más sostenible y, por lo tanto, más valioso, también en términos de resultados. Antes de unirse a una misión corporativa, cada trabajador busca, conscientemente o no, su propia misión individual dentro del trabajo. La tarea de las empresas debe ser coniugar la misión individual y la corporativa, identificando las áreas de aplicación en las que ambas pueden expresarse mejor y enriquecerse mutuamente.

Más allá de las buenas intenciones, el cambio real comienza siempre y solo con acciones. Y las acciones potencialmente revolucionarias son las posibles aquí y ahora. A menudo son acciones pequeñas, aparentemente insignificantes y que ya suceden en la vida cotidiana, como la próxima reunión con colaboradores, la próxima cita con un cliente o proveedor, etc. Es a partir de aquí que todo comienza.

Las empresas no están hechas solo de productos, sino también de valores como la transparencia, la ética, la equidad, la atención al medio ambiente y a las personas. Aspectos que no solo se convierten en elementos fundamentales de la marca y su reputación, sino que representan pautas reales sobre las cuales crear un vinculo efectivo entre la visión corporativa y la esfera más íntima de sus clientes.

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