La Gran Renuncia de los jóvenes y su búsqueda de sentido

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Según un interesante informe del Pew Research Center, en los Estados Unidos, menos personas que nunca creen que el trabajo es una fuente de significado para la vida. Solo el 17% de los más de 2.500 adultos encuestados dijo que su carrera otorga sentido a su vida. En 2017, este porcentaje era del 24%. Hoy, según el 49%, la familia y los niños son la principal fuente de significado. El estudio es interactivo y se pueden seleccionar las distintas categorías que llenan la existencia y ver los porcentajes en diferentes países. España destaca como el único país que, con diferencia, asigna mayor importancia a la salud (48%), por delante de nivel de vida, trabajo y familia.

De las 17 economías avanzadas encuestadas por Pew en 2021, Estados Unidos ocupa el cuarto lugar desde abajo, solo por delante de Corea del Sur, Taiwán y Japón, en cuanto a importancia otorgada al trabajo, una especie de revolución copernicana para la cultura norteamericana. Por el contrario, Italia y España son las comunidades nacionales que más relevancia atribuyen al desarrollo profesional. Probablemente porque sus altas tasas de desempleo, y unas economías muy poco resilientes, no les permiten el lujo de priorizar otras fuentes de significado.

La encuesta también muestra que, si bien los profesionales bien remunerados y con un mayor nivel de instrucción son los que más mencionan a su trabajo como algo que da sentido a sus vidas, este porcentaje también disminuye en comparación con años anteriores. En cambio, los adultos de bajos ingresos y nivel educativo siguen sin buscar la realización personal en el trabajo.

El CEO de LinkedIn, Ryan Roslansky, en una reciente entrevista con la revista ‘Time’ revela que el porcentaje de las casi 800 millones de personas registradas en la plataforma que cambiaron de trabajo en el último año ha aumentado en un 54%. Tanto es así que el psicólogo organizacional Anthony Klotz ha acuñado la expresión ‘La Gran Renuncia’. Su idea es que la expulsión forzada del trabajo o el burnout causados por la pandemia puede haber ofrecido a muchas personas el empuje definitivo para experimentar ‘otros elementos’ de la vida.

En particular, las transiciones laborales de la Generación Z aumentaron en un 80%; las de los Millennials en un 50%, de la Generación X en un 31% y de los Baby Boomers en solo un 5%. Los diferentes porcentajes son bastante predecibles: muchos senior se están jubilando y la mayoría de la Generación X se adhiere al status quo, atada por los compromisos inevitables de la mediana edad. Las personas más jóvenes, por otro lado, se conceden, y buscan, más flexibilidad. Z y Millennials quieren pasar a un trabajo mejor, no solo y no tanto por un tema salarial, y nunca han estado tan dispuestos a correr riesgos como en el último año.

La Generación Z pasa un promedio de dos años y tres meses en un puesto de trabajo, según una investigación de CareerBuilder. La prioridad para los más jóvenes no radica en el salario fijo sino en horarios flexibles y benefit, así como en los valores corporativos de igualdad e impacto ambiental. Por lo tanto, las empresas que quieran atraer a jóvenes candidatos tendrán que remodelar sus ofertas.

Todo esto podría ser solo otra faceta de la remodelación de las prioridades generada por la pandemia, un evento que sin duda ha impulsado grandes decisiones laborales y vitales, llevando a muchas personas a reconsiderar lo que quieren, su verdadero propósito. El equilibrio entre el trabajo y la vida privada se ha convertido en una prioridad absoluta. La conciencia de que la vida es tan incierta que la llegada de un cisne negro puede trastocar la existencia de todo el mundo, hizo que muchos se plantearan si tiene sentido gastar la mayor parte de la vida en una oficina o llevando a cabo un trabajo que no les aporta ningún significado.

Queriendo ser optimistas, a pesar de las altas tasas de desempleo, la Gran Renuncia podría crear las condiciones para un mercado laboral donde las personas calificadas podrán negociar salarios más altos y mejores incentivos, ya que los empleadores lucharán para encontrar y retener los pocos talentos disponibles. Por otra parte, en algunos países ya estamos viendo (y en otros, tal vez, veremos) un crecimiento del autoempleo y las iniciativas empresariales.

Al mismo tiempo, sin embargo, el mercado de autónomos y freelancers está experimentando una saturación. Además, por tediosos que sean los trabajos tradicionales, ofrecen beneficios indiscutibles: riesgo muy limitado y una recompensa económica garantizada. Además, no todo el mundo tiene la diligencia y la ‘piel dura’ necesarias para vender sus habilidades en mar abierto. Todavía es muy pronto para comprender si esta Gran Renuncia es una revolución duradera o una reacción instintiva y efímera a lo que hemos experimentado en los últimos dos años.

Lo que parece estar claro es que estamos entrando en una era en la que el sentido, el propósito y la finalidad ya no son elementos accesorios, sino una verdadera prioridad, a partir de la cual se determinan las decisiones profesionales y vitales. Como escriben Ángel María Hernández y Francisco Palao en su libro ‘Propósito Transformador Masivo’, “tener una vida con sentido y un sentido para vivir es imprescindible”.

Según los autores, “necesitamos un propósito que nos sacuda e impulse, que nos marque el camino a seguir, que nos permita llevar las riendas de nuestra propia vida; una vida plena, con foco”. Tampoco se trata de encerrarse en el egoísmo individualista, buscando simplemente una mejor calidad de vida, sino de intentar contribuir con las propias acciones a un objetivo común.

Y se trata de hacerse una pregunta capaz de detonar respuestas decisivas: ¿Qué huella quiero dejar en el mundo? La respuesta debe ser concisa: una sola frase y lo más breve posible, aseguran Hernández y Palao. Especialmente en el caso de las organizaciones, el Propósito Transformador Masivo debe ser original, audaz y no dejar lugar a competencia o imitaciones.

Por supuesto, el Propósito Transformador Masivo concierne al individuo de donde todo empieza, pero se alarga a las comunidades que él y ella integran, desde las organizaciones hasta los Estados nacionales. En este sentido, es un proceso que genera un impacto de forma colectiva. No es algo que se consigue solo para obtener beneficio o un bien personal, sino que se persigue para dejar una huella en la comunidad a la que se pertenece.

Hernández y Palao proponen un ‘canvas’ para poner en práctica una metodología con la que lograr los resultados esperados en esta búsqueda de sentido y propósito. Los elementos, de alguna manera, son los clásicos del viaje del héroe:
 
La historia – De donde venimos
El héroe – Quienes somos
El mundo – Donde estamos
El viaje – Dónde vamos
Los valores – Porque
Los anhelos – Objetivos
El súper poder – Lo que mejor hacemos
El reino – El contexto
Los habitantes – Los demás
El reto – Desafío
La huella – Propósito

Existen, además, distintas pruebas para comprobar la solidez de un propósito, pero lo más importante es que su desarrollo involucre tres palabras: coherencia, integridad y consistencia. El Propósito Transformador Masivo, explican los autores del libro, debe ser estable y su esencia permanente. No es parte de la vida, sino que es la vida.