Era el 25 de mayo de 1961, John F. Kennedy, reunido ante el Congreso de los Estados Unidos, anunció algo que parecía una locura: enviar un hombre a la luna a finales de la década. Estados Unidos acababa de ser derrotado por la Unión Soviética en las primeras batallas de la carrera espacial. No había tecnología, ni experiencia, y mucho menos (al menos aparentemente) posibilidades concretas para que tal cosa sucediera. En aquel momento era imposible.
«Decidimos ir a la luna en esta década no porque sea fácil, sino porque es difícil», dijo JKF. El 20 de julio de 1969, ocho años después de ese anuncio, el mundo entero vio producirse lo imposible. Neil Armstrong pisó la luna. Ese «pequeño paso para el hombre», literalmente cambió el significado de la palabra ‘imposible’. Toda una generación de repente vio desaparecer sus límites físicos y mentales, reemplazados por una enorme confianza en las posibilidades humanas.
Cincuenta años más tarde, se vuelve a hablar de ‘moonshot‘. Es mérito de Silicon Valley y la cultura tecnológica que ha absorbido este espíritu para crear algo nuevo: el Moonshot Thinking. Este término ha pasado del sector aeroespacial a los negocios, asumiendo el significado de una forma de pensar y una actitud hacia los problemas que tiene como objetivo lograr algo que se considera imposible.
Todo comenzó con el motor de búsqueda más importante del mundo: Google. A finales de la década de 1990, Big G fue uno de los últimos buscadores en llegar a la industria, pero era diez veces mejor que sus competidores. Los fundadores Larry Page y Sergej Brin pensaban en grande. Cuando establecieron la misión de la compañía, no dijeron «crearemos un motor de búsqueda competitivo”, sino: «nuestra misión es organizar la información del mundo y hacerla accesible y útil universalmente”.
«Hay muchas maneras de llegar a ese momento en que lo que parecía imposible ya no lo es», afirma Astro Teller, conocido como el Capitán Moonshot. Este científico / emprendedor / innovador / multifacético profesional, realiza un trabajo único: examina y acepta las propuestas más innovadoras y extravagantes que llegan a la oficina de su X Company. Esta compañía, perteneciente a Google, se encarga de investigar e implementar proyectos extraordinarios y disruptivos, como llevar al hombre a la luna. Trabaja según el modelo dual de Kotter, de manera ágil y paralela al negocio principal del grupo. Experimenta, innova, fracasa y comienza de nuevo.
Entre los proyectos en la mesa de X Company se encuentran globos aerostáticos para llevar internet a lugares remotos, drones para la entrega inteligente, estudios para crear electricidad de formas alternativas y mucho más. El concepto, como se lee en la web de la compañía, es que si buscas un incremento del 10%, te estás equivocado: tienes que fijarte un objetivo diez veces más alto (10X).
Los proyectos X de Google tienen la visión (y algo de marketing) de cambiar el mundo en una medida 10X. Ideas que se encuentran en la frontera entre la realidad y la ciencia ficción. Sin embargo, el Moonshot Thinking no se aplica sólo a las compañías tecnológicas: es más una actitud para la resolución de problemas que un simple discurso de producto. No se trata tanto de enviar al primer hombre a la luna, sino de la capacidad de todo un equipo (desde Kennedy hasta el último de los técnicos que atornillaron los pernos del cohete espacial) para convencerse de que es posible hacerlo, contra todo pronóstico.
La actitud 10X requiere una visión audaz, pero también una forma creativa de enfrentarse al problema, y nace del cuestionamiento de los principios. Una buena parte del mundo moderno se basa en hipótesis que se formaron principalmente entre 1800 y principios de 1900. Muchas de estas hipótesis se dejaron de cuestionar y se convirtieron en principios. En el mundo científico, los principios están en la naturaleza. Para encontrarlos en el mundo de los negocios hay que hacerse la pregunta correcta, en lugar de buscar la respuesta a una pregunta formulada por otros. Hay que llevar a cabo un re-framing de la realidad que nos rodea.
Un cambio incremental puede ser tan, o más, difícil que un cambio radical. Porque se compite contra otros para encontrar una solución a un problema similar. ¿Qué pasa si cambiamos de perspectiva y formulamos un tipo diferente de pregunta? Por ejemplo, cuando se trata de crecimiento, lo normal es que las empresas piensen en cómo pueden crecer un 10%.
Con este pensamiento, sin embargo, se limitan a soluciones convencionales, en muchos casos preempaquetadas por otros. Aplican viejas fórmulas a nuevos problemas y pueden acabar desapareciendo sin siquiera entender por qué. Por contra, si nos preguntamos ¿qué puedo hacer para crecer un 10X?, podríamos cambiarlo todo.
Imaginemos por un momento no tener miedo al fracaso y a las críticas. Que no existan respuestas correctas o incorrectas. ¿Qué haríamos diferente? ¿Qué camino que parece absurdo pero estimulante seguiríamos? Con este enfoque se logra una liberación creativa. De repente, podemos buscar soluciones completamente nuevas y respuestas a una nueva pregunta que nadie había formulado antes.
En la mayoría de los casos, la imposibilidad de lograr resultados no se debe a la definición de objetivos demasiado ambiciosos. Por el contrario, a menudo el fracaso depende de un objetivo que no era suficientemente ambicioso, pero tampoco del todo factible. De hecho, para realizar lo imposible y llegar a la luna, hay que tener los pies firmemente plantados en la tierra. Necesitamos encontrar el punto de conexión y equilibrio entre la audacia y la humildad, entre ser idealistas y pragmáticos.
Hay que añadir a la libertad creativa un elemento de necesidad y exigencia. Solamente cuando no hay alternativa al éxito final, establecido por la visión, se pueden realizar los proyectos más complejos y visionarios, pasando por muchos fracasos intermedios y versiones beta, según el modelo de desarrollo software. Pero el objetivo final siempre debe ser claro y concreto. De hecho, la verdad es que el lanzamiento de 1969 no podía fallar, y es por eso que tuvo éxito.
Es indispensable aumentar el nivel de esfuerzo y compromiso, aprender a respirar el problema que queremos resolver, identificarnos con ello. Es una especie de obsesión que debe ser dirigida por el liderazgo y el pensamiento estratégico, los ingredientes cruciales para encontrar talentos y motivarlos hacia objetivos que requieren una acción radical y un cambio de paradigma.
En las empresas el mecanismo estándar es comenzar por problemas simples, resolverlos y crear un modelo que pueda sobrevivir durante unos años, pero si pretendemos construir algo que, a pesar de los rápidos cambios actuales, dure décadas, debemos atacar el problema más complejo, el que parece irresoluble y que también tiene un componente de responsabilidad social. Se trata de encontrar respuestas practicables y creativas a preguntas complejas.
Podríamos decir que el Moonshot Thinking es cuando se identifica un problema muy complejo, como el cambio climático, y se busca una solución radical utilizando una tecnología disruptiva. Por supuesto, no puede ser una forma generalizada de operar. La búsqueda de innovación, de diferentes formas de hacer las cosas para lograr un incremento 10X, no es fácil o carente de riesgos.
Se necesita un grupo de trabajo específico, como el del Apolo 11. Nuevos cerebros, posiblemente jóvenes, porque los jóvenes todavía tienen esa imprudencia, la inconsciencia de aquellos que aún no tienen conceptos preestablecidos, sino el deseo de hacer y de cambiar. Pero no es sólo una cuestión de edad. Las revoluciones las hacen los colectivos que tienen más que ganar y menos que perder. Mujeres, jóvenes y minorías, hay que aprovechar toda la riqueza de la diversidad en un liderazgo inclusivo que abra caminos diferentes y permita una visión holística de los problemas.
Si estas personas están en condiciones de trabajar en un clima y una cultura empresarial en el que se les dice que todo es posible, que deben enviar el hombre a la luna porque es lo que se necesita, y que existen los recursos y las oportunidades para hacerlo… entonces se lo creerán. Y terminarán haciéndolo. Es, citando a Gramsci, el optimismo de la voluntad, pero sin el pesimismo de la inteligencia. Aquí, voluntad e inteligencia son aliadas.
La tarea del líder es crear el contexto favorable para el nacimiento de nuevas ideas, que luego hay que seleccionar, priorizar y financiar. Para poder adoptar el Moonshot Thinking necesitamos ‘resetear’ nuestro sistema operativo, aprender a desaprender, usar un enfoque experimental de hacker, transformarnos para transformar.