La lucha por la igualdad empieza en casa

Entre sus muchas consecuencias, la emergencia sanitaria y económica relacionada con la epidemia también ha roto equilibrios familiares que se habían alcanzado con mucho esfuerzo. Por un lado, muchas mujeres se han encontrado en la situación de trabajar desde casa, lidiar con la educación de sus hijos, preparar las comidas y hacer tareas domésticas: de repente, todos esos trabajos han recaído sobre sus hombros. Por el otro, ahora que la vuelta al trabajo presencial se aproxima, sus empleos son los que más peligran.

Antes de la epidemia, en Europa, las mujeres en promedio dedicaban al cuidado de su hogar y familia unas trece horas a la semana más que los hombres. Con la emergencia sanitaria, y el cierre de colegios y residencias, el trabajo doméstico no remunerado ha aumentado considerablemente. Esta situación es aún más grave para los padres solteros, que en Europa son mujeres en el 85% de los casos, y el European institute for gender equality (Eige) advierte de que la mitad de los padres solteros se encuentran en riesgo de pobreza.

Las mujeres ganan en promedio un 16% menos que los hombres y, según el Center for economic policy research, estarán más expuestas a la pérdida de empleo, porque generalmente tienen contratos peores y menos garantizados; la brecha salarial está desgraciadamente destinada a crecer en el corto plazo. Finalmente, menos mujeres ocupan puestos de primera posición en la gestión de esta crisis, lo cual sugiere que los líderes prestarán poca atención a este aspecto. Es como si la epidemia hubiera sacado a la luz todas las desigualdades, incluidas y también las de género.

Históricamente, las mujeres han desempeñado tres roles clave en familias, comunidades y sociedades: madres, enfermeras y maestras. Esta condición llega hasta hoy debido a los estereotipos de género que resisten fuertemente e influyen en las elecciones de carrera. La OMS estima que las mujeres representan casi el 70% de los trabajadores sanitarios, y constituyen la mayoría del personal de los servicios en los centros de salud. Sabemos, además, que muchas mujeres en todo el mundo asumen gran parte de la responsabilidad en el cuidado de los niños y ancianos.

En su informe de 2018, UNICEF enfatizó que las mujeres y los niños están más expuestos a la explotación sexual y abuso durante las epidemias, como sucedió durante la emergencia causada por el ébola en África occidental. Pero también las crisis económicas terminan arrasando con los elementos menos protegidos, también e incluidas las mujeres. Y no solo en los países menos desarrollados.

La crisis económica sucesiva al crack bursátil de 1929 se la llamó ‘Mancession’, ya que de los millones de personas que perdieron sus empleos, el 70% eran hombres. Esta vez, sin embargo, las más perjudicadas son las mujeres. En los Estados Unidos, el desempleo femenino en abril ha sido casi tres puntos mayor que el de los hombres. Las mujeres están sobrerrepresentadas en algunas de las industrias más afectadas, como el ocio y el hospitality, la atención médica y la educación y, dentro de estas categorías, también han sido las más afectadas por la destrucción del empleo. De hecho, antes de la pandemia, las mujeres eran el 77% de la fuerza laboral en los servicios de educación y salud, pero representan el 83% de los empleos perdidos en esos sectores, según el National Women’s Law Center. Formaban menos de la mitad de la fuerza laboral en el retail, pero han sufrido el 61% de los despidos.

Unos meses antes del estallido de la emergencia sanitaria, las trabajadoras estadounidenses superaron en número a los hombres como fuerza laboral remunerada. La pandemia ha barrido en pocas semanas un hito alcanzado a lo largo de los últimos diez años. Además, dada la naturaleza de estos trabajos, será muy complicado recuperarlos. Las mujeres no solo cobran menos que los hombres por el mismo cargo, sino que no acceden a las mismas promociones y oportunidades profesionales; trabajan con mayor frecuencia a tiempo parcial, dado que los cuidados familiares recaen, con un automatismo bien conocido, casi exclusivamente en ellas.

Hoy, precisamente, muchas mujeres están haciendo malabarismos para conjugar el trabajo con las responsabilidades del hogar y el cuidado de los niños, algo que, con el cierre de escuelas, se ha vuelto casi imposible. La distribución desigual del trabajo no remunerado entre géneros constituye un serio obstáculo para la emancipación femenina. Además, cuando se jubilan, la brecha salarial sigue a las mujeres en forma de brecha pensionista: incluso en la jubilación, ellas están más expuestas al riesgo de pobreza.

Por todo esto, es urgente que los responsables políticos consideren el tema de género al elaborar soluciones en respuesta a la pandemia. No obstante, incluso si contáramos con un sistema para el cuidado infantil universal de tipo nórdico, un cambio real requeriría ante todo un cambio de pensamiento en la sociedad. Desafortunadamente, todavía estamos muy lejos de considerarnos iguales, incluso entre las nuevas generaciones. Un reciente informe de Gallup muestra que entre las parejas jóvenes, las mujeres siguen teniendo más propensión a limpiar la casa, lavar los platos, hacer la colada, comprar, cocinar y tomar decisiones sobre muebles y decoraciones.

También cuando se trata del cuidado de los niños, la encuesta ha encontrado que la división de las tareas entre las parejas jóvenes es prácticamente la misma que para las parejas mayores. Curiosamente (pero quizás no tanto), cuando ambos padres cuentan con un sueldo parecido, es más probable que los hombres ayuden a lavar los platos y a limpiar, así como a cuidar a los niños.

La naturaleza oculta de las tareas domésticas hace que sea más difícil arrojar luz sobre estas desigualdades. En muchos aspectos, es un problema invisible pero tiene consecuencias muy concretas. Necesitamos padres que acostumbren a maestros, clientes y jefes a que la madre no sea necesariamente la primera en responder en caso de emergencia, ni tiene que renunciar a su trabajo para recuperar a su hijo; que el trabajo de mamá es tan importante como el de papá, y que los niños pueden ser atendidos perfectamente tanto por mamá como por papá.

Se trata de una enseñanza fundamental también para los hijos. Ya sean chicos o chicas, día tras día verán que el mundo que les rodea no está segmentado en roles y tareas predefinidas por género. Además, como muestra el interesante proyecto Maam, las habilidades que los padres desarrollan con el cuidado de los niños también se pueden transformar en habilidades profesionales muy importantes: soft skills como la capacidad de delegar, organizar el tiempo o la empatía. Todos ganan.