La popularidad de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardern, ha cristalizado por sus esfuerzos en la gestión de la pandemia. Llegó al cargo con 37 años, en 2017, y un año después se convirtió en la segunda líder mundial que daba a luz a un hijo estando activa en su cargo.
Han tenido que pasar 28 años para que Benazir Bhutto dejara de ser la única mujer en convertirse en madre durante su gobierno. Ardern, como ya hizo Bhutto, demuestra diariamente al mundo que se puede criar a un bebé y ejercer con éxito a la vez de primera ministra.
Sin embargo, las personalidades femeninas que puedan convertirse en un modelo para las nuevas generaciones de hombres y mujeres todavía son pocas y muy poco visibles. El problema viene de lejos.
Los datos de Eurostat de 2019 marcan el promedio de mujeres de entre 20 y 64 años que trabaja en la UE en un 66,5 %. España se sitúa a la cola, solo mejor que Grecia, Italia, Malta y Croacia, con un 59,6 %, y siendo los hombres empleados en esta franja de edad el 71,5 %. Las mujeres que pasan más de un año en el paro en España son el 8,9 %, frente al 6,7 % de los hombres. Una brecha que se puede explicar, en parte, por el hecho de que nuestro país se sitúa en el cuarto lugar entre los estados europeos con mayor porcentaje de población inactiva por responsabilidades familiares ligadas al cuidado de personas dependientes: el 29,7 %, nuevamente a la cola y solo superado por Chipre (42,7 %), Irlanda (39,4 %) y Malta (33,6 %).
Esa responsabilidad, de hecho, recae casi siempre sobre hombros femeninos, y no hay país donde los hombres dediquen la misma cantidad de tiempo que las mujeres a realizar trabajos no remunerados. Incluso donde la proporción es más baja, sigue siendo de 2:1, como indica el Global Gender Gap Report 2020 del Foro Económico Mundial (FEM).
Y parece que no es cuestión de desarrollo ni de educación. La OCDE reconoce que niveles más altos de desarrollo económico no conducen automáticamente a una redistribución más equitativa del trabajo no remunerado entre mujeres y hombres. La persistencia de estereotipos de género que atribuyen a las mujeres la responsabilidad casi exclusiva de las tareas domésticas y el cuidado infantil persiste en todo tipo de sociedad, por muy diversa que esta anhele ser. No en vano, en 2018, el 30,8 % de las mujeres europeas con empleo de entre 20 y 64 años trabajaba a tiempo parcial, frente al 8 % de los hombres.
Otro ejemplo de esta realidad lo encontramos en el índice general del FEM, que considera los parámetros de participación económica y oportunidad, nivel de educación, salud y responsabilidad política. En este sentido, la buena noticia es que España registra un buen resultado este año, al pasar del puesto 29 al número 8; pero aún queda por detrás en cuanto a presencia femenina en los consejos de administración, con solo un 22 %, destacando la dificultad de las mujeres para acceder a los puestos de mando. Este límite es grave, entre otras cosas, porque impide la creación de modelos femeninos, con visibilidad suficiente para inspirar a otras mujeres.
Leyes y medidas adoptadas por las propias empresas pueden y están ayudando a cambiar los porcentajes, pero no la percepción; esta sigue anclada en convicciones más profundas: por ejemplo, que en términos económico-laborales una mujer vale menos que un hombre, o que existen ámbitos laborales exclusivos para el género masculino o el femenino. Son los prejuicios inconscientes, basados en estereotipos culturales, los que contribuyen a la lentitud del proceso de reducción de la brecha de género.
Pero lo curioso es que ya todos somos conscientes de sus consecuencias, y estas no son exclusivamente culturales y sociales, sino también estrictamente económicas.
Según la Comisión Europea, este año podríamos experimentar una falta de 500.000 trabajadores digitales en todo el continente, y menos de un tercio de los empleados en TI son mujeres. En Europa, las mujeres apenas llegan al 32 % de estudiantes que frecuentan cursos STEM.
El EIGE estima que cerrar la brecha de género en estos sectores sumaría 820 mil millones de euros a la economía de la Unión para 2050. Otros, como el Consejo de Relaciones Exteriores, consideran que la aportación al PIB mundial podría alcanzar los 28 billones de dólares. Como señala un informe de Harvard Business School sobre el sector de capital de riesgo: «cuanto más similares son los socios de inversión, menor es el rendimiento de sus inversiones». De hecho, las compañías que han aumentado en un 10 % la contratación de socias han visto un aumento de los rendimientos de los fondos. Evidencias las hay ya pese a que el avance es lento.
Por tanto, los estereotipos, la discriminación y los prejuicios, conscientes o inconscientes, hacen que el mundo pague un coste significativo en términos de falta de crecimiento. ¿Cómo podemos revertir esta situación?
Sin duda, una herramienta indispensable es el role model. Se trata de identificar, crear y promover modelos que influyan en la motivación, los objetivos y los resultados de quienes los observan, proporcionando ejemplos de comportamiento real y representando ante aquellos que los siguen una versión potencial y deseable de sí mismos.
Una mujer que demuestra diariamente su valía empresarial y familiar, que además comparte su historia (como siempre han hecho los hombres entre ellos) y actúa como ejemplo para las demás, es un role model. El discurso de la diversidad debe anclarse en su valor y su eficiencia y debe ser comunicado en términos de sociedad y de empresa, ya que el storytelling es parte esencial de nuestra percepción de la realidad. Al cambiar la narrativa, los prejuicios de género que condicionan nuestra forma de pensar se alteran.
Se está haciendo mucho, pero también queda mucho. Las protagonistas en los libros infantiles son una novedad de los últimos años. Históricamente, los personajes femeninos han sido figuras negativas (la bruja, la madrastra), o como mucho completamente dependientes del héroe masculino.
La infancia es un excelente punto de partida, pero en algún momento, más cercano a la adolescencia y juventud, el esfuerzo se diluye y se pierden resultados. Los adolescentes y jóvenes necesitan estereotipos que les ayuden a marcar su identidad, y estos, a día de hoy suelen ser noviazgos y amistades. Introducir en esta etapa los role models que mencionábamos antes podría contribuir a avanzar más rápido y con mayor éxito.
Todo comienza en la familia y la escuela. De hecho, es precisamente en la edad escolar cuando las niñas comienzan a formarse una idea de sí mismas y a proyectarla hacia el futuro, identificando modelos en los que reconocerse.
Especialmente en el ámbito científico, las chicas apenas tienen acceso a modelos de referencia o, por lo menos, muy poco contados. Un estudio de Microsoft de 2018 ha encontrado que los esfuerzos para fomentar el interés y el empleo femenino en los campos STEM no están funcionando como se esperaba. Por otro lado, como han establecido los investigadores Eric P. Bettinger y Bridget Terry Long, es más probable que las alumnas elijan una especialización STEM cuando se encuentran con una profesora, y esto es una rareza.
Finalmente, la investigación realizada por Lin Bian, Sarah-Jane Leslie y Andrei Cimpian muestra que las chicas comienzan a dudar de su inteligencia STEM a la edad de seis años y continúan perdiendo confianza a medida que las clases se vuelven menos equilibradas desde el punto de vista del género.
No en vano, el porcentaje de mujeres matriculadas en los programas universitarios o másters se ha convertido en una herramienta para determinar la calidad de una oferta formativa. A ese respecto, el Financial Times en 2018 estableció que Esade ofrecía el mejor MBA para mujeres de Europa, con una participación femenina que en el año académico 19/20 fue del 39 %.
Si el mundo carece de chicas que aspiran a ser ingenieras, científicas o pilotas es porque los modelos más populares son otros. Además, las mujeres que desempeñan funciones consideradas «masculinas» (en virtud del hecho de que hasta ahora han sido los hombres quienes las han ocupado principalmente) a menudo no se empeñan en contar su historia; piensan que divulgar su trayectoria no es prioritario porque consideran que es mejor hacer que hablar de uno mismo, o que incluso puede ser una actitud incorrecta.
Por el contrario, la auto representación, especialmente cuando se desempeñan roles alternativos a la tradición, es importante para mostrar la viabilidad de ciertos objetivos. Las mujeres, al compartir activamente su valor, su competencia y su historia, pueden estar cambiando la vida tanto de chicos como de chicas que las miren y admiren.
Crear un sentido de comunidad fortalecido por los modelos de género es vital para apoyarse mutuamente y estimular desde la adolescencia la mejora y el crecimiento personal y profesional. La camaradería masculina siempre ha funcionado así.
De hecho, un documento de trabajo de la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU, elaborado por Zoe Cullen de Harvard y Ricardo Pérez-Truglia de UCLA Anderson, sugiere que el vínculo masculino es en gran parte responsable de la desventaja que sufren las mujeres.
Por suerte, en los últimos años podemos encontrar redes de mujeres que se apoyan y se impulsan y mujeres en posiciones preeminentes de liderazgo también en ámbitos como el médico, financiero, tecnológico y político, algo que hace unos años hubiese sido impensable. Como consecuencia, comienzan a extenderse modelos a seguir que no se dirigen solo a los circuitos elitistas de gerentes y empresarios.
También como consecuencia del éxito de movimientos como #metoo, los medios de comunicación se han dado cuenta de cuánto la difusión que hacen está contribuyendo a mantener el status quo. Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook, ha lanzado el proyecto editorial Make it work, lessons from life in business, una publicación destinada a poner en valor las 14 historias de las mujeres británicas más inspiradoras en el mundo del trabajo.
Una iniciativa importante que habla de mujeres y representación es la de la revista Time, que con 100 Women of the Year admite haber propuesto modelos mayoritariamente masculinos, a pesar de haber convertido la portada del año de «Hombre del año» a «Persona del año». El equipo editorial decidió rebobinar la cinta y proponer cien nuevas portadas, todas dedicadas a las mujeres de su tiempo, desde las sufragistas de 1920, hasta Greta Thunberg en 2019.
Finalmente, el Inspiring Fifty de Amsterdam es el evento que desde 2013 premia a las mejores 50 mujeres del mundo, entre fundadoras y gerentes de empresas de tecnología, líderes de opinión, profesoras universitarias e investigadoras, y representantes institucionales, con el objetivo de crear modelos inspiradores para las nuevas generaciones.
También se han multiplicado las comunidades en línea de empowerment, donde se visualizan las figuras femeninas que sobresalen en los diversos sectores: el arte, la ciencia, la tecnología o los negocios. Pero las listas por sí solas no son suficientes, se necesita una acción cultural profunda para deshacer las creencias.
Además, un componente clave para presentar modelos de conducta creíbles es asegurarse de que el triunfo alcanzado por estos modelos es factible y reproducible. La investigación ha demostrado, de hecho, que cuando las personas sienten que el modelo al que se enfrentan ha adquirido un estado inalcanzable, su ejemplo puede incluso ser desmoralizador.
En una estudiante, el modelo ofrecido por la jefa de un instituto de investigación local tiene más influencia que el de Angela Merkel. Por eso es tan importante el papel de las embajadoras locales y cercanas que compartan espacios de conversación con chicas adolescentes: para tocar con la mano la posibilidad de un futuro diferente.
Pese a todas las dificultades, en el sector de la tecnología se han logrado avances significativos. En 2019, en los países de la OCDE, las mujeres representaron casi el 30 % de la fuerza laboral. De estas, el 13,2 % fue ascendido, en comparación con el 12,1 % de los hombres, y la tasa general de contratación de mujeres aumentó un 27,3 %.
No obstante, sigue habiendo problemas graves, como demuestra el reciente informe Gender Diversity in AI Research, realizado por la fundación londinense Nesta. Basado en el análisis de las publicaciones científicas sobre inteligencia artificial, el estudio ha encontrado que solo en el 13,8 % de los casos había autoras femeninas. Durante la próxima década, la inteligencia artificial ocupará el centro de la transformación del trabajo, y existe el riesgo concreto de forjar una tecnología incapaz de satisfacer las necesidades de una población compleja, ya que está siendo formada solo por una parte de la sociedad con una visión del mundo unívoca.
A menos que la industria consiga equilibrar la situación y hacer que estos roles se vuelvan atractivos y alcanzables por las mujeres, existe el riesgo de perder mucho (si no todo) el potencial de la cuarta revolución industrial.
Con este fin, en 2019, IBM creó el programa Women Leaders in AI, que publica cada año una lista de 35 mujeres que se han distinguido en el uso de la inteligencia artificial en las realidades de las situaciones en las que operan. El premio, además de reconocer avances concretos, también crea una red de modelos que permite descubrir diferentes enfoques para resolver los desafíos del cambio. En la edición 2020 del premio, han sido nominadas dos mujeres españolas: Rosa Martínez, cognitive project manager de CaixaBank, y Mónica Pedraza García, directora de operaciones de Santander.
Deloitte asegura que las empresas con una cultura inclusiva tienen seis veces más probabilidades de ser innovadoras. Y al mantenerse al día de los cambios tecnológicos, tienen el doble de probabilidades de alcanzar o mejorar sus objetivos financieros. Esto pasa también por proponer mentoras y modelos femeninos, demostrar confianza, crear un entorno que fomente la colaboración y utilizar la tecnología para derribar barreras.
Las organizaciones, en última instancia, deben asegurarse de que existan las escaleras necesarias para que las mujeres puedan ascender a los puestos directivos. Y las mujeres, por su parte, deben comprometerse a referir su historia para inspirar a las nuevas generaciones, tantos de chicos como de chicas, que tendrán que construir un futuro más democrático e inclusivo, que garantice mayor riqueza y bienestar para todos y todas.
Por Andrés Raya & María Díaz en Esade DoBetter