El poder de la amabilidad: un puente entre el método Montessori y la gestión empresarial

Montessori

Por Sigmund en Unsplash

La amabilidad es una cualidad universal, una fuerza silenciosa que transforma las relaciones humanas y mejora el bienestar colectivo. En la cultura japonesa, el término shinsetsu va más allá de la simple cortesía: representa una disposición auténtica para cuidar de los demás, enraizada en un profundo respeto humano. Este concepto, aunque difícil de definir, puede aplicarse con éxito en la organización empresarial, donde valores como la empatía, la generosidad y la confianza pueden transformar los entornos laborales.

La amabilidad, según Dean y Doty (2017), es una acción voluntaria, motivada por la sensibilidad hacia las necesidades o deseos ajenos. Es el reflejo externo de un deseo sincero de atención y cuidado hacia los demás, pero también hacia uno mismo, que se expresa mediante actos visibles, tangibles y, por ende, reconocibles. La amabilidad nunca es intrusiva ni repetitiva, sino una cualidad sutil, concreta y seria que aporta credibilidad y bienestar.

Los estudios neurocientíficos han demostrado que los actos de altruismo activan la corteza temporal superior, lo que conduce a la liberación de endorfinas y oxitocina (Mathers, 2015). Estos procesos crean conexiones neuronales que convierten la amabilidad en un hábito auto-reforzante, menos costoso con el tiempo, estableciendo un proceso cognitivo que orienta nuestros comportamientos hacia los demás. La amabilidad se puede aprender.

¿Qué busca una empresa por encima de todo? ¿Qué tipo de preparación espera de las personas? Personas motivadas, no necesariamente obsesionadas con el rendimiento, sino dispuestas y convencidas de lo que hacen, que no trabajen simplemente porque les han dicho que deben hacerlo para tener dignidad. Personas seguras de sí mismas que trabajen porque realmente les gusta, porque les llena.

Esto es cierto en trabajos creativos, pero también en los repetitivos porque un objetivo común es una motivación superior a la simple tarea. Los resultados se logran cuando hay cuidado y pasión por la calidad, ganas de comunicarse con los compañeros, voluntad de mantener al cliente informado sobre el progreso del trabajo y el deseo de mejorar, encontrando nuevas soluciones. Es una forma de abordar la vida y el trabajo que no puede improvisarse, pero puede enseñarse, y cuanto antes, mejor.

La autoestima y el respeto por uno mismo y por los demás en el ámbito laboral nacen desde la infancia, desde la conciencia de ser, ante todo, individuos libres y especiales. Cada persona debería ser invitada por la escuela a seguir lo que siente, a escucharse, para convertirse en un adulto que pueda trabajar con serenidad, reduciendo al mínimo los momentos de estrés y superándolos con mayor facilidad. La escuela no debe obligar a permanecer sentados en un pupitre o limitarse a clasificar a los alumnos, sino potenciar las capacidades creativas y expresivas de cada individuo, permitiéndoles desarrollarse plenamente en el mundo laboral y en la sociedad que encontrarán.

Este es también el núcleo del método pedagógico de Maria Montessori, especialmente indicado para un mundo laboral donde las barreras deben ser derribadas. No es casualidad que Jeff Bezos de Amazon o Larry Page y Sergey Brin, de Google, tuvieran una educación montessoriana, al igual que una infinidad de artistas de éxito que de niños aprendieron el valor de las conexiones humanas y la importancia de pensar fuera de la caja.

La pedagoga italiana revolucionó la educación tradicional, colocando al niño en el centro del proceso formativo, reconociendo el valor de la autonomía, la creatividad y la participación activa. En su método, la cooperación y el aprendizaje entre pares son esenciales: los estudiantes no son receptores pasivos de conocimiento, sino protagonistas de un proceso de descubrimiento guiado por su interés personal y la colaboración. Incluso las edades están mezcladas, en un sistema precursor del reverse mentoring, tan popular en las empresas modernas.

También las llamadas escuelas finlandesas, conocidas como las escuelas de las preguntas, son una evolución del método Montessori. Se prioriza la capacidad de formular preguntas sobre dar respuestas prefabricadas. La escucha y la observación del docente prevalecen sobre su intervención directa. Se aprende haciendo, y hasta los 13 años no hay calificaciones.

Aplicar estos principios formativos a las empresas da lugar a un modelo de gestión que valora la participación activa de los empleados, el trabajo en equipo y la responsabilidad individual. En una organización Montessori, el líder actúa como facilitador, y no como autoridad indiscutible, promoviendo un clima de colaboración. Esta estructura no solo favorece el logro de objetivos, sino que fortalece las habilidades transversales de los trabajadores, haciéndolos más flexibles y adaptables a los desafíos del mercado.

La escucha activa y la humanidad, dos pilares de la amabilidad, fomentan una comunicación abierta y relaciones interpersonales sólidas y un líder capaz de acoger con empatía las preocupaciones de sus colaboradores puede reducir el nivel de estrés organizacional, mejorando no solo la calidad de las relaciones, sino también la productividad, ya que la confianza y el respeto generan empleados más motivados y creativos, aumentando el sentido de pertenencia y el deseo de contribuir al éxito común.

Indicadores como la satisfacción laboral, la claridad de objetivos y el equilibrio entre la vida personal y profesional se ven positivamente influenciados por entornos que adoptan principios montessorianos. Estos contextos destacan por un alto nivel de compromiso de los empleados y la capacidad de atraer y retener talento, haciendo que las organizaciones sean más competitivas y resilientes.

Un líder montessoriano es también un líder amable, lo que no significa ser débil, sino poseer una fuerza interior que se manifiesta a través de la empatía, el reconocimiento del valor ajeno y la capacidad de inspirar confianza. Un gerente que adopta la amabilidad como estrategia relacional consigue crear un entorno sereno y colaborativo, donde el conflicto se minimiza y los resultados se maximizan.

Un líder montessoriano es un guía que practica el perdón y el reconocimiento, instaurando una cultura empresarial donde los errores se convierten en oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Este enfoque fomenta la cooperación y la innovación, elementos fundamentales para el éxito a largo plazo. La sonrisa y la humildad pueden transformar radicalmente la dinámica de un equipo, creando un clima de bienestar que se refleja en la productividad.

En un mundo cada vez más competitivo e interconectado, las empresas que adoptan la amabilidad como valor central obtienen una ventaja significativa. De hecho, la amabilidad no es solo un valor moral, sino una herramienta estratégica que influye directamente en el rendimiento organizativo. Los entornos laborales basados en relaciones positivas atraen clientes, empleados y socios, creando un círculo virtuoso de crecimiento e innovación medible a través de los KPI de bienestar organizativo, indicadores que evalúan aspectos como la satisfacción de los empleados, el nivel de estrés y el sentido de pertenencia.

Cuando estos parámetros son positivos, la organización no solo mejora su rendimiento económico, sino que también se convierte en un lugar donde las personas desean trabajar. La amabilidad, por tanto, es un ingrediente esencial para construir un futuro sostenible, tanto a nivel individual como colectivo. Si el deseo profundo de establecer una relaciones basadas en la benevolencia y no en el interés, tarde o temprano, el grupo estará condenado al fracaso.

Repensar la gestión organizativa de manera más humana y participativa, valorando a las personas y las relaciones, es lo que hoy puede ofrecer una verdadera ventaja competitiva. En una época caracterizada por desafíos globales y rápidos cambios, adoptar la amabilidad y la comprensión como estilo de vida y liderazgo representa no solo un regreso a los valores fundamentales, sino también una estrategia ganadora para construir un futuro mejor.