Kristalina Georgieva, directora general del FMI, poco antes de partir hacia el Foro Económico Mundial de Davos, declaró que la Inteligencia Artificial (IA) tendrá un impacto en el 60% de los empleos en las economías avanzadas. Aun así, hay que dejar claro que las máquinas no nos sustituirán, al contrario, vamos a necesitar seres humanos cada vez más humanos, que sepan aprovechar sus capacidades relacionales, comunicativas y de escucha.
El capital relacional está formado por los vínculos sociales que interconectan a las personas y que producen ventajas individuales y colectivas. Para fomentarlo se deben construir redes diversificadas y valiosas, donde las personas puedan desarrollar la capacidad de ‘coopetir‘ (cooperar y competir al mismo tiempo), alineando incluso objetivos y visiones extremadamente diferentes.
Si la IA aprende rápidamente aprovechando enormes bases de datos, los humanos también pueden hacerlo. Como individuos, tal vez no podamos competir con la velocidad de cálculo de los algoritmos, pero podemos explotar nuestra capacidad innata de trabajar en red, de conectar el conocimiento individual para multiplicar el conocimiento colectivo. Éste es también el objetivo que deben marcarse las organizaciones: aprovechar las redes neuronales humanas disponibles en su interior para crear una inteligencia colectiva cada vez más adaptativa, ágil y rápida.
Casi todos, si pensamos en una experiencia de aprendizaje agradable y eficaz, no recordamos tanto un aula, una conferencia o un libro, sino una conexión especial con una persona. Es el principio subyacente del aprendizaje colaborativo, definido como personas “que trabajan juntas en un esfuerzo por crear conocimiento y lograr objetivos de aprendizaje compartidos”.
La práctica del aprendizaje colaborativo está respaldada por la teoría del aprendizaje social-constructivista, que sostiene que las personas deben construir conocimiento a través de la experiencia en lugar de absorber información pasivamente. El aprendizaje, en esencia, es inherentemente una actividad social y los seres humanos aprenden mejor a través de la participación y la colaboración.
Un método popular en las comunidades de aprendizaje constructivista es el Problem Based Learning (PBL), que permite desarrollar conocimientos a través de un compromiso profundo con problemas auténticos y relevantes a los que hay que enfrentarse. Cincuenta años de investigación demuestran que este método se puede implementar en cualquier lugar de trabajo, rompiendo la barrera entre aprender nuevas habilidades y aplicarlas. Si a esto se le suma un enfoque colaborativo, los resultados pueden ser sorprendentes.
Por tanto, este enfoque se aleja de la clase tradicional centrada en el profesor, favoreciendo el liderazgo y la participación activa a través de la experiencia compartida, el trabajo en grupo y la crítica colectiva. Las personas necesitan sentir que el aprendizaje no ocurre en el vacío sino en un contexto real donde pueden construir un sustrato de habilidades como equipo que sirva de base para la formación de una red común de conocimientos. Con el tiempo, esta práctica de ‘enseñanza entre pares’ construye un conjunto de habilidades que se convierten en patrimonio común del grupo.
En este sentido, el aprendizaje colaborativo fomenta una cultura de empatía que fortalece la formación de equipos y la confianza, al crear un entorno saludable para la crítica y donde las personas se sienten cómodas compartiendo opiniones e ideas. Poder practicar en grupo, recibir y brindar feedback es fundamental para el crecimiento de habilidades tanto blandas como prácticas y multiplica los resultados.
Identificar los principios que guían la colaboración puede ser un desafío: cada individuo tiene un sentido diferente del tiempo, las prioridades y los valores. Por esta razón es importante que las diferencias de todos se unan en una dirección común: un propósito claramente formulado por la organización, compartido con intencionalidad y constantemente reafirmado con los hechos es la clave para el éxito de este tipo de formación.
Los investigadores descubrieron que el 70% de los profesionales creativos ha experimentado el síndrome del impostor en su carrera. Esta ansiedad puede dificultar compartir el trabajo y aceptar comentarios de manera constructiva, pero el aprendizaje colaborativo allana el camino hacia una experiencia de intercambio más positiva, ya que acostumbra a debatir en una atmósfera protegida. Cuando la colaboración es honesta y está bien estructurada, incluso los desacuerdos creativos generan nuevas ideas y soluciones. Dos o más personas que comparten una dirección pueden alcanzar la excelencia en un campo determinado y al mismo tiempo seguir siendo capaces de pensar de forma original e independiente.
A través del aprendizaje colaborativo no se obtiene solo una transferencia de habilidades más eficaz, sino también una mayor motivación. De hecho, cuando las personas están en grupo, se observan unas a otras para comprender y establecer normas y comportamientos, aprenden juntas intentando igualar o superar la calidad del trabajo de los demás. Esto ofrece una idea menos autorreferencial y más contrastada del propio talento, así como varios benchmark a los que apuntar. Sin embargo, colaborar no significa estandarizar, sino crecer, y cuando los grupos establecen altas expectativas, dentro de un ambiente sano, aumenta la calidad del desempeño de todos los involucrados.
Por último, el aprendizaje colaborativo a menudo se confunde con el aprendizaje cooperativo, pero existe una diferencia de enfoque entre los dos. En el aprendizaje cooperativo, los roles de los miembros del grupo y las reglas se definen de una manera más estructurada y el grupo está organizado y supervisado por una figura situada encima de los demás. En cambio, el aprendizaje colaborativo es más fluido: un facilitador anima a los miembros del grupo a crear su propia estructura y roles, siempre que completen la tarea asignada. Este enfoque de responsabilidad compartida diluye la aversión al riesgo y termina estimulando la toma de decisiones independientes.
Las organizaciones que implementan programas o proyectos específicos de aprendizaje colaborativo piden a los empleados que aporten su experiencia profesional y automatismos operativos que, sin embargo, para ser eficaces en el nuevo contexto, necesariamente deben sufrir alguna modificación. Esta aparente y parcial renuncia a uno mismo en favor del colectivo, si bien dirigida y organizada desde el principio, se convierte en un multiplicador de valor, especialmente en el ámbito de la innovación.
Aunque la mayoría de nosotros hemos crecido en una cultura que reconoce y celebra casi sólo el éxito individual, los ‘nuevos héroes’ serán las personas capaces de crear alianzas y formar equipos en condiciones de colaborar para el logro de objetivos comunes. Colaborar para encontrar una solución a un problema significa resolverlo más rápidamente y con más seguridad, en un mecanismo en el que todos aprenden y crean innovación. La suma de las partes siempre es mayor que el aporte individual y la contaminación entre talentos genera nuevos talentos, humanos.