Henry Mintzberg, uno de los exponentes más influyentes del pensamiento empresarial contemporáneo, sostiene que la razón principal en la base de la crisis económica fue la falta de un espíritu de comunidad, algo que pusiera en primer lugar el bienestar común, entendido tanto como empresa, como sociedad. Según Mintzberg, aprender técnicas que faciliten la cooperación entre las personas es esencial para el desarrollo de este espíritu.
El ingrediente que puede mejorar la eficacia de todos los departamentos y personas de una organización y crear una sinergia beneficiosa entre ellos es la creación de un equipo de personas que trabajen juntas de una manera organizada. Una empresa que sepa formar un equipo capaz de trabajar bien todos juntos está destinada a alcanzar el éxito.
Las organizaciones deben buscar en el mercado del talento, y luego integrar dentro de sus departamentos, a los profesionales que tengan entre sus principales cualidades la de saber trabajar de forma proactiva y colaborativa para lograr objetivos comunes. Las empresas, a partir de los departamentos de recursos humanos, pasando por cada nivel de liderazgo interno, deben poseer un alto nivel de inteligencia social, es decir, la capacidad de interpretar y gestionar las relaciones interpersonales.
La capacidad de trabajar en equipo es una de las características más importantes y buscadas a todos los niveles de una organización: no sólo entre los empleados, sino también entre los directivos y jefes. Es una tendencia destinada a acentuarse cada vez más en los años venideros «porque las tareas a las que hay que enfrentase se han vuelto tan complejas que nadie tiene todas las habilidades necesarias para llevarlas a cabo solo» (Goleman, 2001).
En las empresas modernas los resultados se obtienen todos de forma colaborativa: ya no hay espacio para los genios solitarios. Por ello, la gestión de personas es la verdadera clave del éxito en este nuevo mundo VUCA. Cuanto mayor sea la complejidad del ámbito en el que opera la empresa, tanto más es necesario tener personas que sepan cooperar con los demás, motivarse a sí mismas y mutuamente y ejecutar un proyecto. Además como demostró James Stoner, los grupos son un factor de innovación porque están dispuestos a correr riesgos mayores que los individuos que los forman.
Los beneficios de un alto grado de cooperación son importantes e indispensables: la lealtad al grupo y a la organización, la concentración, la pasión, la confianza entre las personas, la creación y el intercambio de ideas, el nacimiento y desarrollo de líderes naturales internos, la gratificación emocional asociada con una alta productividad. Los miembros de un equipo aprenden que la diversidad es un activo que, de ser explotado adecuadamente, puede producir grandes resultados.
En cuanto al aspecto emocional, decir que la calidad de la producción y el estado de ánimo o la satisfacción de una persona perteneciente a un grupo de trabajo están estrechamente vinculados. La neurociencia ya demostró hace tiempo que la experiencia social provoca sensaciones gratificantes y estímulos positivos, además, una persona productiva que realiza bien su trabajo suele estar satisfecha de sí misma y gozar de una moral alta.
Dado que la productividad del grupo es mucho mayor que la suma de lo que los individuos pueden hacer por separado, es fácil entender cómo el hecho de trabajar en un equipo bien conjuntado y altamente productivo puede generar entusiasmo. Todo esto crea un círculo virtuoso de enorme valor añadido para el crecimiento profesional y la calidad del trabajo. Hacer las cosas juntos y hacerlas bien, nos hace felices, que es la mejor condición para mejorar y crecer.
Cuando consideramos que lo que hacemos y con quien lo hacemos es suficientemente importante, estamos dispuestos trabajar para nuestro grupo más de lo que habríamos hecho para nosotros mismos. La capacidad de hacer que todos los integrantes de un grupo sean entusiastas de lo que están construyendo juntos es el requisito principal de un líder. Además de mantener la moral de un equipo, el líder proporciona la coordinación, que es la piedra angular sobre la que se elevan la cooperación y la participación.
Cada persona es un mundo y el líder debe saber qué teclas tocar para sacar lo mejor de cada uno, gestionar los conflictos y reconducir conductas negativas. Las herramientas son múltiples: reuniones, citas individuales, preparación de planes y programas, feedbacks contínuos y precisos, directivas y objetivos claros, así como verdaderas actividades de team building. Los mejores líderes son aquellos capaces de involucrar y transmitir una visión inspiradora que pueda también servir como fuerza impulsora del grupo.
El líder debe ser también, y sobre todo, un maestro. Las personas, de hecho, necesitan advertir una mejora en sus capacidades, de lo contrario puede asomarse el deseo de cambiar. La presencia de ejecutivos que también sean buenos formadores ayuda a mejorar el rendimiento de los empleados, aumenta su lealtad y satisfacción en el trabajo, conduce a ascensos y aumentos de sueldo y baja la tasa de rotación.
Desde el punto de vista de la empresa se trata de un activo muy importante, ya que el coste real de la sustitución de un empleado puede llegar a corresponder a la paga de un año completo. La actividad de formación de los líderes se expresa en la mentorización, en proporcionar feedbacks y evaluaciones útiles para corregir, en reconocer y premiar los puntos fuertes y los resultados, en la asignación de tareas que estimulen y mejoren las habilidades de los empleados.
El liderazgo más verdadero y más poderoso es el que ve al líder ponerse por debajo del grupo, para sostener a los demás, de acuerdo con el concepto de líder servidor (servant leader): es el liderazgo entendido como servicio hacia los demás y la comunidad a la que se pertenece.