En los últimos años, el término ética ha aparecido con una frecuencia cada vez mayor en el ámbito de los negocios. En concreto, en el sector bancario, financiero y de inversiones, ética rima con transparencia.
Combinar la transparencia, el acceso al crédito, la responsabilidad social y ambiental con los instrumentos financieros se ha convertido en un elemento fijo en la agenda de muchos países, llegando a formar parte de sus políticas de desarrollo. Desde el nacimiento de conceptos como banca ética o microcrédito han pasado ya varias décadas, pero es ahora cuando un número creciente de instituciones financieras ha empezado a ofrecer productos éticamente sostenibles o, más en general, a prestar más atención al impacto, no solo económico, de sus actividades. La sensibilidad de ciudadanos, Gobiernos y mercados al respecto está en su punto más alto.
La transparencia en los procesos financieros ha dejado de ser el escrúpulo de una directiva sensible a la ética en los negocios, y se ha convertido en un requisito esencial para mantener la credibilidad y obtener una ventaja competitiva real en el mercado. Andorra ha sabido subirse a ese tren del cambio, adoptándolo y considerando la política de la transparencia como reto y oportunidad de negocio.
El Gobierno del principado desde 2012 ha venido aprobando un conjunto de medidas para transformar su sector financiero y alcanzar una completa homologación con la normativa bancaria europea. Esta evolución ha tenido como base un inequívoco compromiso con la transparencia. Andorra cuenta con una tradición bancaria de casi un siglo y con unos bancos internacionalizados que disponen de ratios de solvencia y liquidez superiores en un 20% a la mayoría de las plazas financieras del entorno. La Ley de Intercambio de Información Financiera ha forzado y posibilitado la apertura del país pirenaico al resto del mundo, compensando con una evidente dinamización de la inversión extranjera la posible pérdida de clientes bancarios.
En 2016, las solicitudes de inversión extranjera en el principado crecieron en un 9,8%, una tendencia que dura desde hace cinco años, en los que han sido formalizadas 2.195 solicitudes. El año pasado el volumen de negocio generado por la inversión extranjera subió un 0,2%, hasta representar el 3,8% del PIB del país. Andorra ya es, y puede ser aún más, la puerta de entrada a Europa para importantes fondos de inversión internacionales.
Por su parte, el sector financiero y asegurador en 2016 gestionaba recursos por 45.514 millones de euros. Se trata, por tanto, de un sector sólido y estratégico para la economía del país, que debe ser actualizado y reforzado para enfrentarse al futuro.
La banca andorrana debe seguir en su proceso de internacionalización para diversificar y favorecer el crecimiento del negocio. Ese proceso se lleva a cabo aprovechando e incrementando la red de filiales internacionales de sus entidades, con las que gestionar grandes patrimonios y fondos y también beneficiarse de las ventajas del marco jurídico andorrano en total transparencia.
Las ventajas de la transparencia y del compromiso social son evidentes. Un estudio realizado por el Reputation Institute ha analizado a unas 2.000 empresas de 25 sectores diferentes en 40 países, con la participación de 55.000 consumidores para averiguar cuánto la responsabilidad social afecta a la reputación general de la marca. El resultado es que el 73% de los consumidores están dispuestos no solo a preferir, sino también a recomendar los productos de las empresas percibidas como éticas. Una gestión ética y transparente representa el 15% de la definición de una reputación, seguida muy de cerca por la voluntad de apoyar causas sociales y ambientales.
Sin embargo, muchas organizaciones todavía confunden la responsabilidad social con la filantropía, cuando, al contrario, se trata de un proceso que hay que interiorizar, explotar y guiar de forma estratégica con programación y liderazgo.
La progresiva adaptación del sector financiero andorrano hacia los estándares internacionales tiene como objetivo el de competir en igualdad de condiciones con el resto de plazas mundiales. La capacidad para adaptarse al nuevo entorno y la velocidad con la que el país ha sabido abrirse al mundo demuestran la buena salud de sus instituciones y economía, con un sector bancario preparado para hacer frente con serenidad y confianza a los retos de futuro.
Publicado en Cinco Días