La teoría de los ciclos de Nikolai Kondratieff sostiene que la economía global se desarrolla a través de períodos de unos cuarenta a sesenta años de duración (con fases de crecimiento, estabilidad, depresión y recesión), marcados por las grandes innovaciones tecnológicas. Según esta teoría, actualmente estaríamos en la fase llamada de ‘invierno’ –la última del ciclo–, que empezó en los años 2000 y que justo acaba de entrar en su recta final. Este ‘invierno’ llegaría a su fin en los próximos cuatro o cinco años. Entonces, los nacidos antes de 1990 se sentirán con ambos pies en un mundo nuevo.
Se trata de un tsunami que transforma de arriba abajo la sociedad en la que vivimos. Es un cambio duro, pero también positivo, porque limpia todo lo que no funciona o que simplemente se ha vuelto ineficiente.
La llegada del ‘mundo VUCA’ (volátil, incierto, complejo y ambiguo) conlleva la obsolescencia de los modelos tradicionales de negocio y de liderazgo y, asimismo, hace que sea más difícil lograr una ventaja competitiva sostenible en el tiempo. En el nuevo mundo, deberemos reinventar el emprendimiento y los modelos de gestión de personas. Será necesario revisar profundamente la forma en que se toman las decisiones, cómo se ejerce el control, de qué manera se definen los objetivos, o cómo se motiva a las personas, se selecciona la información y se promueve el aprendizaje y el crecimiento.
El desarrollo de la robótica y de la inteligencia artificial (IA) hará que gran parte del trabajo humano quede obsoleto, desaparecerán algunas profesiones, pero también se crearán otras. En un futuro muy próximo las habilidades no repetitivas serán las ganadoras: la capacidad de crear interconexiones sofisticadas, no predecibles, que a la vez sean útiles. Asistiremos a la creación de nuevos procesos y, para apoyar su desarrollo, harán falta incentivos y programas con los que alcanzar la excelencia en todas las operaciones.
La ‘industria 4.0’ no es sólo una amenaza disruptiva, es también una oportunidad para el desarrollo de tecnologías que permitan lograr una mayor flexibilidad y rapidez a la hora de pasar del prototipo a la producción en serie, con tiempos de preparación reducidos, y que aseguren una mayor competitividad y calidad. Según un reciente estudio de Accenture, la IA podría duplicar las tasas anuales de crecimiento económico en 2035 y aumentar la productividad hasta en un 40%, lo que permitiría a las personas hacer un uso más eficiente de su tiempo.
La ‘fábrica inteligente’ representará el paradigma para competir en el mercado globalizado, gracias a la conjugación de nuevos modelos organizativos y de producción con las tecnologías más innovadoras. La correcta integración de la robótica, la cibernética, la interfaz humano-máquina, el modelado, el uso de sensores y la IA con el ‘Internet de las cosas’ –IoT, por sus siglas en inglés–, así como de las máquinas y la gestión de big data y cloud computing, permitirá crear procesos productivos y logísticos flexibles y orientados al cliente, para producir bienes que puedan satisfacer las necesidades específicas y personalizadas de nichos de consumidores cada vez más pequeños.
Será imprescindible explotar la intensidad del conocimiento, presente dentro y fuera de las organizaciones, y la orientación al aprendizaje continuo en un circulo virtuoso que impregne toda la cadena de valor del negocio. Dos son los factores clave: competencia y flexibilidad. Y dos los actores principales del cambio: los juniors y los seniors. Los primeros, como portadores del conocimiento y el entusiasmo necesarios para soportar la investigación, el desarrollo y la innovación; los segundos, como vehículo necesario para dar concreción a la nueva forma de trabajar. RRHH desempeñará un papel cada vez más importante en el desarrollo e implantación de un nuevo estilo de liderazgo y en la búsqueda y formación de las habilidades que formarán parte de las nuevas profesionalidades.
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