Hemos sobrevivido como especie en consecuencia de algunos rasgos que nuestro cerebro ha desarrollado en estos miles de años. Entre ellos, por ejemplo, el juicio por impulso, la capacidad de nuestro cerebro para decidir, en unos pocos milisegundos y de manera inconsciente, si tenemos que huir o atacar, y el prejuicio de semejanza, lo que nos lleva a elegir inconscientemente a personas que se parecen a nosotros.
Este prejuicio se ha formado a lo largo de muchos miles de años durante los cuales hemos vivido en pequeños grupos familiares, donde la semejanza era un criterio que nos permitía reducir el riesgo de ser matados por animales distintos de nosotros. Con el prejuicio de semejanza, se ha formado también la que llamamos zona de confort.
Se trata de un conjunto de comportamientos y situaciones en los que nuestro cerebro se siente más cómodo, a gusto. Al mismo tiempo, sin embargo, permanecer demasiado tiempo en la zona de confort nos impide progresar. Si tratamos de salir de esa zona, nos invade, aunque no sepamos porqué, un miedo profundo.
Sin embargo, cuando al fin logramos salir de ella, aunque por poco tiempo, después de una inquietud inicial, nuestra zona de confort muestra una propiedad prodigiosa: se ensancha y nos alcanza de nuevo, crece con nosotros. Una vez ampliada, nos permite encontrarnos cómodos en situaciones nuevas y diferentes, a las que antes teníamos miedo. Nos hace crecer y aprender nuevos comportamientos y habilidades, nos hace alcanzar nuevos objetivos y mejorar.
Desde un punto de vista empresarial y de gestión, la zona de confort es muy desfavorable para el desarrollo del talento y la motivación. De hecho, infunde en las personas una cantidad de temores, miedos y creencias limitantes que fortalecen cada vez más los patrones de comportamiento mediocres y habituales. El líder moderno es aquel que, además de ponerse en juego a sí mismo, sabe hacerlo con todo su equipo y sabe cómo crear las condiciones necesarias para explorar, juntos, nuevos territorios, estrategias y oportunidades.
Si se asigna a un colaborador un trabajo que conoce bien, porque ya lo ha llevado a cabo en varias ocasiones, éste no tendrá ninguna dificultad. Estará en su zona de confort. La tarea no le enseñará nada nuevo y tal vez acabará aburriéndose. Si la tarea fuera demasiado fácil el colaborador podría hasta llegar a la ‘zona de la autocomplacencia’, en la que ya no piensa en lo que está haciendo, avanza con el piloto automático y es probable que cometa errores.
Si, en cambio, la tarea asignada fuera demasiado complicada, sin ofrecerle antes la preparación necesaria o el soporte adecuado, probablemente el trabajo le causará una gran cantidad de estrés o incluso un profundo sentimiento de pánico. El colaborador puede que sea capaz de completar la tarea requerida, pero la adrenalina le privará de toda su fuerza y le impedirá aprender algo de la experiencia. Esta es la ‘zona de peligro’.
Podemos definir las tres zonas principales que impactan sobre nuestro desarrollo como líderes y personas.
La zona de confort: donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. Es el lugar de la comodidad, es seguro, fácil y predecible. Aquí se experimenta un nivel bajo de tensión y se usa un conjunto limitado de comportamientos. La zona de confort es un lugar donde nada particularmente desafiante sucede. Permanecer en la zona de confort durante largos períodos de tiempo conduce a la mediocridad, el estancamiento y la falta de crecimiento.
La zona de aprendizaje: la más importante a nuestros efectos, es el espacio entre la zona de confort y la zona de peligro. Aquí es donde se empujan los límites de las habilidades y experiencias existentes. Aquí es donde el aprendizaje es real y el crecimiento tiene lugar. La zona de aprendizaje es donde ocurre la magia, el liderazgo comienza y crece, donde se construye el éxito y se alcanzan los objetivos.
La zona de peligro: el lugar donde se empieza a perder el enfoque, se comienza a entrar en pánico y disminuye el rendimiento. Es necesario no empujar demasiado fuerte o demasiado rápido. Los líderes exitosos se mantienen fuera de la zona de peligro tomando descansos regulares. Se colocan en la zona de aprendizaje durante un período de tiempo y luego se retiran de nuevo a su zona de confort para tomar un descanso. Una vez recuperados, se preparan para el próximo empujón en la zona de aprendizaje.
Una actitud positiva y confiada hacia los retos aumenta nuestra autoestima y mediante feedback constructivos aprendemos a manejar las críticas de cualquiera, para así responder con flexibilidad ante las situaciones problemáticas.
Los líderes que asumen riesgos y entran en su zona de aprendizaje son aquellos que tienen éxito. Sólo sabiendo renunciar a lo seguro y familiar, se crean oportunidades y desarrollan nuevas capacidades. A medida de que va haciendo esto, el líder amplía su influencia y adquiere las habilidades necesarias para asumir desafíos cada vez mayores.
El valor no es la ausencia de miedo, es más bien saber reconocer que hay algo más importante que el miedo. El verdadero líder tiene miedo, pero puede hacerle frente y lo utiliza para mejorar. Nunca descubrirás todo tu potencial a menos que no salgas de tu zona de confort. Para crecer debes ponerte en un lugar donde se te exige más. Nadie ha alcanzado sus sueños quedándose en su zona de confort.