Invertir en sostenibilidad es una prioridad económica, además de social

Hasta hace unos años se creía que la atención al impacto medioambiental formaba parte de la responsabilidad social empresarial, pero con implicaciones puramente legales, de reputación antes stakeholder, éticas y morales, sin considerar las re-caídas en el modelo de negocio y las expectativas del mercado. Hoy, sin embargo, las organizaciones son conscientes de que existe un vínculo creciente entre las prácticas de sostenibilidad y el éxito.

Según la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU, la sostenibilidad es lo que: «satisface las necesidades de la generación actual sin comprometer la capacidad de las futuras para responder a las suyas». Podemos decir que representa el equilibrio entre las necesidades de la competición económica y la protección del ambiente en el que vivimos. No sólo desde un punto de vista estrictamente ecológico, sino también económico y social. Incluso más ahora, ante los efectos de la emergencia sanitaria, se debe poner en marcha una estrategia de resiliencia y gestión de riesgos que necesariamente debe apostar por la sostenibilidad.

El estudio de Accenture ‘The Decade to Deliver: A Call to Business Action‘, de 2019, encontró que solo el 21% de los directores ejecutivos consideraba fundamental la contribución de las empresas al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y menos de la mitad (48%) gestionaba su negocio según principios de sostenibilidad. A pesar de los avances e innovaciones implementadas desde 2015, año en el que se acordaron los ODS, las incertidumbres socioeconómicas, geopolíticas y la discontinuidad tecnológica han desviado la atención de los líderes, evidenciando una paradoja: la modernidad conduce a una menor sostenibilidad y al mismo tiempo proporciona los medios para lograrla.

Ya a principios de este año, antes de que la pandemia azotara al mundo, las empresas estaban tratando de mantener estable su nivel de ganancias, aumentando su compromiso por valores como la igualdad y la gestión de los impactos económicos y sociales derivados del cambio climático. Precisamente la lucha contra el climate change es el desafío de la próxima década y ocupa el séptimo lugar en el Allianz Risk Barometer 2020, la posición más alta jamás alcanzada. Allianz estima que responder a los desafíos planteados por el cambio climático podría costar a las empresas de todo el mundo 2.500 millones de dólares durante los próximos 10 años. Con el cambio de escenario provocado por el virus, esta necesidad es urgencia.

Según McKinsey, más del 50% de los ejecutivos considera que los temas acerca de la sostenibilidad (medioambiental, social y de gobernanza) son «muy» o «extremadamente» importantes en una amplia gama de sectores. Sin embargo, las empresas aún no están adoptando un enfoque productivo para gestionarlos. Por ejemplo, los datos de EE. UU. muestran que menos del 30% de las empresas está buscando activamente oportunidades para invertir en sostenibilidad o incorporarla a sus negocios.

La protección del planeta no es el único elemento a considerar en el tema de la sostenibilidad corporativa. Lamentablemente, la prevención de los abusos contra los derechos humanos sigue siendo indispensable. De hecho, la explotación puede tomar muchas formas en el entorno empresarial (trabajo forzoso, trabajo infantil o normas laborales insuficientes) y puede ser difícil de detectar en las actuales cadenas de suministro globales. Se estima que 40 millones de personas están atrapadas en una moderna esclavitud. Las empresas que no tomen las medidas adecuadas para eliminar la explotación de sus cadenas de suministro pueden enfrentarse a demandas de accionistas, multas y, sobre todo, graves crisis de reputación.

El ‘caso Volkswagen’ es un buen ejemplo para comprender mejor los riesgos que implica ignorar este nuevo activo estratégico. En 2011, la empresa alemana, después de años de intentos fallidos para ingresar en el mercado estadounidense, decidió crear un nuevo motor capaz de reducir las emisiones de gases nocivos: el TDI Clean diesel. Esta operación generó ingentes ingresos no solo en términos de ventas, sino también de reputación corporativa. Sin embargo, en 2015, estalló el escándalo: Volkswagen había manipulado los datos sobre el impacto ambiental de los motores, que eran 40 veces más contaminantes de lo declarado. No hace falta decir que el daño al medio ambiente fue irreparable y la compañía registró una caída del 38% en la bolsa. Volkswagen pudo recuperarse solo admitiendo su responsabilidad y adoptando una política de total transparencia.

Hoy en día, las organizaciones ya no pueden conformarse con obtener ganancias y crear valor para los accionistas. Deben demostrar que marcan la diferencia para el medio ambiente y la sociedad, desempeñando un papel positivo en el contexto en el que operan. Aumenta la necesidad de demostrar sus credenciales de sostenibilidad y, por lo tanto, deben rendir cuentas a los consumidores, inversores, reguladores y a todos los stakeholders. En general, se vuelve central el concepto de propósito, es decir, la capacidad de construir y compartir con todo el público objetivo un tejido de valores comunes en el que encontrarse, algo que va mucho más allá de la calidad de los productos y servicios que producen y comercializan.

La mayor novedad es el hecho de que los consumidores están cada vez más formados, atentos y exigentes con el tema. Esto también los hace mucho más dispuestos a pagar un precio más alto por un producto o servicio de una empresa que implementa políticas de sostenibilidad serias y rigurosas. Y las sabe comunicar. En un momento de reorganización forzada como este, tenemos la oportunidad y la urgencia de reprogramar las políticas y los objetivos, así como reevaluar las prioridades. Dada la naturaleza y complejidad de estos temas, un liderazgo basado en supuestos científicos jugará un papel fundamental en términos de acción e impacto, al igual que la aplicación de tecnologías para activar el cambio.

Hay que asumir que la sostenibilidad es transversal en cada proyecto y plan empresarial, tanto de una start-up como de una gran empresa, y la consecución de los ODS se convierte en una prioridad para el liderazgo. La tecnología puede ser la clave para lograr esta misión, de hecho, las innovaciones se seguirán sucediendo a un ritmo cada vez más rápido. Si las empresas son capaces de realizar inversiones en línea con las necesidades globales y de atraer el talento necesario para la innovación, podrán minimizar su huella en el medio ambiente y contribuir a reforzar el entorno en el que inciden.

Orientarse hacia una visión de sostenibilidad significa, sobre todo, comprometerse seriamente con una gestión eficiente y estratégica de los recursos disponibles, ya sean ambientales, humanos o económicos, contribuyendo al bienestar de la comunidad de pertenencia. De esta forma, se puede crear riqueza para las empresas y, al mismo tiempo, contribuir al desarrollo socioeconómico de todos los grupos de interés. La puesta en valor de los ecosistemas de referencia, ambientales y humanos, la reputación y la influencia son los pilares sobre los que se basa el éxito de las organizaciones (y sus líderes) en nuestro tiempo.