En 2021, 800 millones de adultos en todo el mundo son analfabetos y 7400 millones de personas no tienen un título universitario. El porcentaje de personas sin competencias digitales básicas en la Unión Europea es del 42%, y del 43% en España. Claramente estas personas corren un mayor riesgo de pobreza y exclusión, por lo que hace falta una educación más accesible, que aproveche el potencial de la digitalización en todos los niveles, desde la formación primaria hasta la ejecutiva.
En un escenario profundamente inestable, en el que los giros de carrera son cada vez más habituales, cerrar las brechas de formación en todas las etapas de la vida es imprescindible.
En cuanto a la formación ejecutiva, la adaptabilidad, la comunicación digital y el remote management son competencias fundamentales a desarrollar, pero existen unos factores necesarios para estimular el aprendizaje: facilidad de acceso a los contenidos, simulaciones de situaciones reales, personalización y enfoque lúdico e interactivo para favorecer la experiencia.
En este sentido, la tecnología es un facilitador extraordinario del proceso formativo, su potencial pasa por la explotación de las aulas virtuales y la posibilidad de replicar hábitos ‘físicos’ como la interacción con el formador y los demás participantes, así como por la adopción de herramientas y técnicas de aprendizaje integrado, los contenidos multimedia, la integración de tecnologías 3D interactivo, la realidad virtual o la visualización holográfica.
Pero antes que nada, para ser efectivas las nuevas herramientas deben ofrecer contenido estructurado de una manera diferente y disponible en plataformas que sean intuitivas, atractivas y fáciles de usar. En definitiva, las personas buscan información de alta calidad y experiencias de aprendizaje personalizadas en un formato más accesible.
El LinkedIn Learning Report 2020 confirma que el presupuesto que las empresas pretenden invertir en aprendizaje digital para la formación post Covid-19 aumenta constantemente. Dejando de lado la situación particular en la que nos encontramos y pensando en el largo plazo, es un error considerar la formación digital simplemente como una respuesta al distanciamiento social, deberíamos empezar a considerarla como una inversión de futuro. De hecho, ofrece numerosas ventajas, una de las principales es la continuidad de las actividades incluso cuando los empleados no están en la oficina.
Además, la formación digital permite a las empresas optimizar costes y satisfacer las solicitudes de recorridos formativos personalizados accesibles en cualquier lugar y momento. En comparación con la educación tradicional, que proporciona una programación más rígida, el e-learning y el aprendizaje a distancia permiten programar clases de manera más flexible, y de entregar, actualizar y adaptar el contenido más rápidamente en función de la evolución de las necesidades del negocio o para hacer frente a cualquier imprevisto.
La implementación de conceptos como ‘Microlearning’ o ‘M-learning’ (aprendizaje móvil) permite una formación cada vez más constante pero fragmentada. Es decir, abre la puerta a la flexibilidad, un concepto clave en el nuevo mundo, que se combina también con el de conveniencia y la consecuente mayor universalidad del acceso a la formación. Un camino que realmente puede incluir a todos y todas, desde personas con discapacidad física o cognitiva, hasta jóvenes de escasos recursos o que no pueden acudir a las ubicaciones físicas de los centros de educación.
Por tanto, si la emergencia sanitaria ha acelerado la difusión e implementación del e-learning en al menos unos cinco años, potenciando enormemente el aprendizaje a distancia, es probable que en el post pandemia ya no volvamos a una forma exclusiva de enseñanza presencial. La idea ganadora es integrar las dos experiencias, manteniendo y fortaleciendo las habilidades digitales adquiridas, pero también mejorando las relaciones en la presencialidad. Por tanto, la fórmula híbrida parece que será la preferida en las universidades, teniendo en cuenta que lo digital es un soporte, pero los contenidos y las experiencias son lo que constituyen el verdadero bagaje de todo alumno.
Dado que la interactividad en un entorno virtual es difícil, los profesionales deberán adoptar una estrategia smart para fomentar la participación. El aprendizaje en línea e híbrido no termina con el final de la clase, ya que estudiantes y profesores mantienen un contacto regular entre sesiones. El docente, de hecho, se convierte en un facilitador del debate, un participante experto, más que un simple proveedor de conocimientos. Finalmente, la tecnología hace que todo sea más fácil de compartir y permite almacenar en la nube casos de estudio, documentos y material multimedia.
En el caso de la formación ejecutiva, los directivos ya son figuras ampliamente formadas, que necesitan cursos con mucha práctica y poca teoría, y sobre todo mejoras concretas y tangibles. Es importante ofrecer una formación optimizada, con un lenguaje inmediato y contenidos directos. El ‘social learning’, por ejemplo, brinda un enfoque basado en contextos, escenarios y situaciones profesionales reales, centrándose en cómo los trabajadores interactúan entre sí para un aprendizaje en tiempo real según el modelo 70:20:10. El 70% del conocimiento proviene de la experiencia en el lugar de trabajo: aprendizaje informal; el 20% de la interacción con los demás: aprendizaje social; el 10% de los momentos de formación estructurada: aprendizaje formal.
Finalmente, los cursos de formación para directivos deben garantizar autonomía, favorecida por plataformas de e-learning ágiles y fáciles de usar, de modo que cada profesional pueda dedicarse de forma independiente a la actualización y adquisición de nuevas competencias. El objetivo final debe ser involucrar, generar interactividad y ganas de aprender.
Precisamente este enfoque ágil, basado en la velocidad de adaptación y la capacidad de interceptar y aprovechar las innovaciones metodológicas e instrumentales, en marzo del año pasado permitió a Esade trasladar casi inmediatamente las clases de 4.200 alumnos de 27 nacionalidades distintas del formato presencial al remoto.
En poco tiempo hemos implantado tecnología en nuestro modelo educativo, adaptándonos a las necesidades de los profesionales y del mundo empresarial. De hecho, no se trata únicamente de aprender conocimientos y habilidades nuevas, sino también de actualizarlos a la misma velocidad con la que se transforma el mundo. Los programas in/on de Esade, en los que se combina lo mejor de la presencialidad con las ventajas del canal online, son la muestra de lo que significa adaptarse al cambio y nos permitieron convertirnos, por segundo año consecutivo, en la institución iberoamericana más innovadora.
Estos programas, donde alumnos de distintos países se conectan entre sí y se les permite establecer un networking internacional, son accesibles a cualquier participante y desde cualquier dispositivo. Así, los estudiantes pueden realizar los ejercicios y los casos prácticos, pensados para su aplicación en la vida real. Nuestra idea, de hecho, es que la interacción entre compañeros y con los profesores, así como la posibilidad de hacer networking es aún más fundamental en el contexto digital.
En un mundo sacudido por crisis cada vez más profundas y globales, para lograr un éxito duradero es fundamental conjugar el interés económico con un impacto positivo en el medio ambiente, el territorio y la comunidad. Hoy en día, cualquier persona que opta por cursar un Executive Master, o cualquier otro programa de formación ejecutiva, es alguien que quiere hacer que las cosas sucedan: se prepara para afrontar escenarios cambiantes y desafiantes y gestionar los problemas desde una perspectiva colaborativa.
Como oportuna y sabiamente explica el Dean de Esade Executive Education Marc Correa, “la tecnología es la nueva gramática que directivos y directivas deben dominar. Quien no la domine, se quedará fuera de la conversación. Dicho esto, la tecnología es el medio, y la respuesta sigue siendo la formación”.