Pasar de la navaja suiza de las habilidades a la de las actitudes

En el pasado, las trayectorias laborales solían ser bastante lineales: en la mayoría de los casos, después de un periodo de aprendizaje, se encontraba un trabajo estable, con una precisa colocación en el organigrama de la organización y con las tareas y habilidades necesarias perfectamente definidas.

Los movimientos en vertical (ascensos de nivel y responsabilidades) y en horizontal (cambio de una función a otra o de una oficina a otra) solían ser limitados y, generalmente, lentos. Si se deseaba acceder a una determinada posición, los requisitos necesarios para hacerlo se conocían perfectamente.

En los últimos años la situación ha cambiado a un ritmo impresionante. Las trayectorias de carrera son muy fragmentadas, las experiencias de trabajo a menudo son breves y muy frecuentes son también los cambios entre distintos tipos de trabajo y entre diferentes empresas.

Las organizaciones buscan profesionales especializados y se han vuelto cada vez más exigentes. Por otro lado, puede ser difícil para los trabajadores adquirir habilidades bien definidas y disponibles de inmediato, precisamente por la fragmentación de las experiencias profesionales.

Además, la cuarta revolución industrial trae consigo una fuerte automatización de los procesos, con la cancelación de profesiones y tareas para las cuales generaciones de trabajadores han dado años de estudio y trabajo. Al mismo tiempo, en los últimos años han nacido profesiones impensables y para las que nadie ha sido preparado a tiempo. Si la disruption ha sido increíblemente rápida, es comprensible también que no todos los recorridos formativos se hayan adecuado.

Según el World Economy Forum, el 35% de las habilidades de hoy no servirá dentro de cinco años. Estamos viviendo un cambio laboral y social trascendental, donde las generaciones de tránsito de un estado de cosas a otro se enfrentarán al precio más alto. En esta situación, la flexibilidad es clave y nuestro bagaje de talentos debe ser valorado y expresado y lo que somos valdrá más que lo que sabemos hacer.

Si analizamos nuestras experiencias de éxito en el trabajo, nos daremos cuenta de que lo que hizo la diferencia, a menudo, no fue tanto el contexto en el que nos encontrábamos o nuestra capacidad técnica, sino más bien la forma en que nos ocupamos de la situación para resolverla de manera positiva. La actitud ya vale más que la habilidad.

Las habilidades técnicas son las que permiten ejecutar adecuadamente una actividad específica en una determinada profesión. Estas habilidades se adquieren principalmente a través de la formación y la práctica sobre el campo.

Las habilidades transversales, en cambio, representan aquel bagaje de conocimientos, habilidades y cualidades personales que nos pertenecen como seres humanos y que enriquecemos pasando por diversas experiencias, tanto personales, como profesionales: son las llamadas “soft skills«.

La competencia técnica sigue siendo muy importante, pero se puede ir aprendiendo y mejorando mediante la práctica, especialmente en un contexto en el que los cambios de funciones se producen con gran frecuencia. Lo que realmente marca la diferencia es nuestro bagaje de talentos y actitudes, la predisposición mental hacia una actividad, lo que nos hace ser lo que somos y que las empresas y el mercado se van a disputar.

Como dijeron Spencer & Spencer, unos de los pioneros en el estudio de las competencias profesionales: “Se le puede enseñar a un pavo a trepar un árbol, pero es más fácil contratar a una ardilla».

Tenemos que encontrar el equilibrio adecuado entre estos dos tipos de recursos, que se deben cultivar y desarrollar en paralelo. Es fundamental, por lo tanto, tomar conciencia de nuestra personal combinación de conocimientos, habilidades, actitudes y cualidades personales, la que nos hace diferentes de los demás.

El informe ‘El futuro de los trabajos’ del World Economic Forum, que analiza la estrategia para las competencias y los trabajadores del futuro, establece un top ten de las soft skills que hacen que el ser humano siga siendo insustituible:

Orientación a la solución de problemas complejos;
• Pensamiento crítico;
• Creatividad;
• Gestión de personas:
• Capacidad de trabajar en equipo;
• Inteligencia emocional;
• Capacidad de tomar decisiones y expresar un juicio;
• Orientación al servicio;
• Capacidad de negociación;
• Flexibilidad cognitiva (capacidad de aprendizaje).

Estas son las competencias que en el mundo actual y futuro tienen mayor importancia. Cada uno de nosotros debe centrarse de manera responsable en sus áreas de mejora personal, para ser protagonista positivo de este nuevo enfoque.