¿La movilidad puede ser inteligente? La respuesta es sí, debe serlo, y además con una cierta urgencia. Para lograrlo, es necesario dar la vuelta a los cimientos del mismo concepto de movilidad, con el objetivo de llegar a una forma totalmente nueva de transporte de personas y mercancías. En ese marco de cam-bio, el automotive, que jugó un papel clave conformando la sociedad del siglo XX, seguirá siendo deter-minante para plasmar el futuro de nuestras sociedades.
El 2% de la superficie terrestre está cubierto por ciudades, donde ya habita el 50% de la población mun-dial: sociedades urbanas que según las previsiones hospedarán el 70% de los humanos en 2050, con al menos 30 mega-ciudades de más de 10 millones de habitantes. Consecuencia de ello, los retos de la con-taminación y el cambio climático deberán afrontarse de una manera más clara y decidida.
Las nuevas tecnologías, el imperativo de políticas medioambientales europeas y estadounidenses, su regulación, y las expectativas sociales, ya están provocando una evolución cualitativa y cuantitativa en la producción de vehículos y del transporte en general. Las implicaciones que ello tiene en economía, indus-tria, medioambiente y sociedad, están forzando el establecimiento de un nuevo paradigma productivo y tecnológico.
Por un lado, parece que sólo las compañías más grandes serán capaces de alcanzar las economías de esca-la necesarias para reducir los costes de producción, y financiar la masiva e ingente actividad de investiga-ción y desarrollo. Por otro lado, aparecerán empresas ágiles y disruptivas con soluciones novedosas o modelos de colaboración y de negocio inéditos, que rápidamente definirán nuevos espacios en el merca-do, ante la incrédula y atónita mirada del sector. Todo ello en un entorno de alta volatilidad e incertidum-bre que obligará a buscar alianzas estratégicas y sinergias entre fabricantes y empresas de servicios y de tecnología. Fusiones y acuerdos impensables se producirán a la vez que aparecen nuevos players y desa-parecen otros.
Ejemplos de esto los tenemos en los acuerdos firmados hace unos meses entre Toyota y Uber, VW y Gett, General Motors en Lyft, o el más curioso aún acuerdo entre Apple y la china Didi Chuxing, provo-cando la salida de Uber del gigante asiático.
El coche eléctrico
Una tendencia clara e irrefutable es el considerar la propulsión eléctrica como la plataforma tecnológica sobre la cual se establecerán las nuevas formas de movilidad. A pesar de un crecimiento sin precedentes (más del 70% en el mundo en 2015), a un desarrollo impresionante todavía no corresponden grandes volúmenes de ventas. La cuota de mercado del coche eléctrico sigue siendo de un 0,6%, debido, sobre todo, a dos problemas bien conocidos: el alto coste y la baja autonomía.
Aun así, la marcha hacia la movilidad sostenible parece irreversible, el compromiso de las grandes casas es patente y en pocos años tendremos gamas eléctricas completas, desde los SUV, a los familiares, a los monovolúmenes, y con una autonomía cada vez mayor, que ya hoy llega a los 500 km. Al mismo tiempo, los incentivos y la regulación facilitan la competitividad de los precios, poniendo agravios y limitaciones al motor de combustión interna.
Una revolución en marcha que afecta no sólo a vehículos, también a los servicios con ellos relacionados, tales como la generación y el almacenamiento de energía, la difusión de puntos de recarga rápidos, el car sharing, además de otros factores como la conducción autónoma y la conectividad entre vehículos e in-fraestructuras.
Como ejemplo, Europcar ha lanzado hace poco en Málaga un servicio de coche eléctrico compartido ba-sado en el Nissan Leaf y en colaboración con Endesa: una decisión estratégica clara y significativa del com-promiso de la compañía para asociar movilidad eléctrica con el negocio del ‘sharing’.
El car sharing
El car sharing se ha consolidado como un negocio sólido, especialmente en las grandes ciudades, y atrae grandes inyecciones de capital por parte de fondos de inversión internacionales. Lo mismo puede decirse para las app, un sector en el que están entrando grandes grupos de la industria de viajes, movilidad y transporte, mucho más allá de Uber o Bla Bla Car.
Es bastante probable que la difusión del fenómeno del coche compartido siga incentivado por los avances tecnológicos. Para los millennials, de hecho, la facilidad de acceso es mucho más importante que la pose-sión. Por lo tanto, la atención del usuario, que ya no será comprador, se trasladará hacia el uso eficiente de un medio, sin la necesidad de poseerlo.
Algunos analistas estiman que en los próximos cinco años el car sharing será responsable de una caída en las ventas de alrededor de medio millón de vehículos, lo que generaría una pérdida de cerca de 8 mil mi-llones de dólares (Boston Consulting Group). Un impacto más notable en Europa y Asia que en EE.UU, pero que, de todas maneras, hará que los fabricantes se centren cada vez más en el mantenimiento y la reparación de los vehículos, con actualizaciones periódicas del software y, en menor medida, del hardwa-re. Sobre todo, tendrán que enfocarse hacia la producción y distribución de servicios de movilidad.
Un ejemplo que vivimos de cerca es el caso de Avancar en España, dando servicio en Madrid y Barcelona, del grupo Zipcar (Avis Budget Group) que cuenta con una flota de 12.000 vehículos y 950.000 socios.
La conducción autónoma
Posiblemente, el caso más extremo de punto de inflexión sectorial es el de la conducción autónoma. No sólo una tecnología, sino todo un salto cultural que implica la transformación de los conceptos de confian-za y responsabilidad. De cara a un futuro aún no tan próximo tenemos que pensar en una infraestructura inteligente y totalmente integrada, donde las redes y los vehículos intercambian información entre sí dentro de un ecosistema vertebrado y vigilado por el big data: un enorme circuito cerrado, como el me-tro, pero en carreteras públicas. Entre otros, cambiarán también conceptos establecidos como la mayor edad o la aptitud física para poder conducir y habrá que crear marcos normativos, y de seguros, totalmen-te nuevos.
La consultora McKinsey apunta como poco probable la oferta de vehículos autónomos antes del 2020. Y aunque la tecnología para un funcionamiento autónomo en carretera está mucho más avanzada, para un pleno funcionamiento en ciudades, podrían faltar décadas. Pero en un futuro muy cercano ya veremos coches integrados a los smartphones, con los fabricantes que tendrán que trabajar, codo con codo, con los gigantes del software, hasta llegar a posibles superposiciones de los dos negocios. La alianza entre Google y el grupo FCA para el desarrollo de la conducción autónoma es sólo uno de los últimos ejemplos de ello.
Hacia una nueva movilidad que modifica los espacios
No cambiará sólo el coche, sino que todo el sistema de movilidad y los modelos de negocio y rentabilidad que hasta ahora se desprenden, todo ello precedido por un cambio cultural necesario: el automóvil ya no será el único medio sobre el que construir una estrategia de viaje. El transporte intermodal es uno de los procesos más importantes en vista de una movilidad más inteligente, ya que multiplica y optimiza las oportunidades disponibles gracias a decisiones informadas, basadas en el objetivo y el contexto en tiem-po real.
En el futuro el conductor no perderá tiempo en la búsqueda de un aparcamiento, sino que dejará el co-che en uno de los principales nodos intermodales a la entrada de la ciudad, áreas de intercambio en las que la persona abandona un medio para completar el viaje con otro. Todo ello de manera intuitiva y prác-tica, gracias a la avalancha de información y la capacidad de proceso de la era del conocimiento. Por esta razón, la planificación urbana tendrá un papel prioritario, facilitando o condicionando esta revolución.
Para los fabricantes, el reto será el de vender vehículos silenciosos, con airbag externos para los peatones y que acaben conduciendo de forma autónoma durante casi el 90% del tiempo, en el más estricto respeto de los límites de velocidad y de distancia de seguridad, limitando mucho el factor humano y el consecuen-te riesgo de accidente. ¿Cuántas personas se adaptarán y vivirán esta transición como evolutiva y cuántas, al contrario, la rechazarán por miedo a una pérdida de control y seguridad?
El automóvil está a punto de cambiar: ya no será un carro sin animales, sino una especie de cápsula res-ponsable del paréntesis espacio-temporal entre salida y llegada. El concepto de propiedad va a ser su-plantado por el de intercambio y el de compartición. La movilidad urbana necesita ser repensada, a partir de un profundo replanteamiento de los espacios y de las rutas.
La sociedad lleva tiempo expresando la necesidad de nuevos modelos de transporte y la industria de la automoción por fin está lista para responder a esta necesidad. El que se está poniendo en marcha es el cambio más incisivo de la historia, después de la invención del automóvil y su producción en serie.
En ese contexto, instituciones como ESADE, y su misión fundacional de proporcionar debate social y pre-parar a los directivos en esos entornos de cambio, proponen programas de formación enfocados a la to-ma de decisiones y el diseño de modelos de negocio en el sector automoción, como es hoy, y en el muy diferente sector de automoción y movilidad del mañana. Un claro ejemplo de programa de desarrollo directivo que proporciona el conocimiento y las capacidades necesarias para liderar en un contexto cam-biante.
Ciudad, industria, mercado, fabricantes, empresas, usuarios, propietarios y reguladores están entrando en un camino que entusiasma, pero da vértigo. ¿Tenemos todos el cinturón abrochado?
Publicado en ESADE Crea Opinión